Los tres monumentos de Estambul a los que hay que ir incluso pasando por taquilla

Viajar a Estambul es sumergirse en una ciudad que ha sido capital de tres imperios (el romano, el bizantino y el otomano) y que conserva en sus calles, plazas y monumentos las huellas de una historia milenaria. En el programa El primer vuelo de la SER, Murat, guía local, nos ayuda a responder una pregunta que muchos viajeros se hacen: ¿vale la pena pagar la entrada para visitar ciertos lugares? En Estambul, la respuesta es rotundamente afirmativa. Hay tres monumentos que justifican el paso por taquilla, con entradas que oscilan entre los 25 y los 30 euros, y que ofrecen una experiencia inolvidable.

1. La Cisterna Basílica: el palacio sumergido

Construida en el siglo VI bajo el mandato del emperador Justiniano, Murat explica que la Cisterna Basílica "fue diseñada para almacenar agua y abastecer al Gran Palacio de Constantinopla. Con más de 300 columnas de mármol, muchas de ellas recicladas de templos antiguos, este espacio subterráneo parece sacado de un sueño". Su atmósfera húmeda y silenciosa, iluminada con luces tenues, ha servido de escenario para películas como Inferno de Dan Brown. Según Murat, "Hoy funciona como museo y ofrece una experiencia sensorial única: caminar entre columnas que emergen del agua mientras se escucha el eco de la historia bizantina".

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2. El Palacio de Topkapi: el corazón del Imperio Otomano

Durante casi 400 años, el guía explica que "el Palacio de Topkapi fue la residencia oficial de los sultanes otomanos y el centro administrativo del imperio". Construido en el siglo XV por orden de Mehmed II tras la conquista de Constantinopla, el palacio se extiende sobre una colina con vistas al Bósforo. Según Murat, "sus cuatro patios, jardines, salas de audiencias y el famoso harén, donde vivían las esposas, concubinas y eunucos del sultán, permiten al visitante asomarse a una vida palaciega marcada por el lujo, el poder y la intriga". El museo alberga reliquias sagradas del islam, joyas imperiales y manuscritos únicos.

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3. Santa Sofía: la joya de Turquía

Construida en el año 537 por el emperador Justiniano, Murat recuerda que "Santa Sofía fue durante siglos la iglesia más grande del mundo. Tras la conquista otomana en 1453, se convirtió en mezquita, y en 1935, bajo el gobierno de Atatürk, pasó a ser museo". En 2020 volvió a funcionar como mezquita, aunque sigue abierta al público. Como destaca: su cúpula monumental, los mosaicos bizantinos y la mezcla de elementos cristianos e islámicos la convierten en un símbolo de la convivencia y también de las tensiones entre culturas". Visitar Santa Sofía es contemplar 1500 años de historia en un solo edificio.

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Dos visitas gratuitas que completan el viaje

Además de estos tres monumentos de pago, Murat recomienda dos lugares imprescindibles que no requieren entrada:

El Gran Bazar: Fundado en el siglo XV, es uno de los mercados cubiertos más grandes y antiguos del mundo. Con más de 4000 tiendas, Murat comenta que "ofrece desde alfombras y especias hasta joyas y cerámica. Es un lugar ideal para perderse, regatear y sentir el pulso comercial de la ciudad".

La Mezquita Azul: Frente a Santa Sofía, esta mezquita del siglo XVII destaca por sus seis minaretes y su interior decorado con más de 20.000 azulejos de cerámica de Iznik. La entrada es gratuita, pero advierte que "hay que respetar el código de vestimenta: descalzarse, cubrir hombros, piernas y cabello en el caso de las mujeres, y vestir con decoro también los hombres. En la entrada suelen ofrecer pañuelos y chaquetas para quienes no vayan preparados".