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Viajar a la Amazonía y acabar compartiendo noche con una rata de medio kilo

La promesa de un 'hotelito' en medio de la nada parecía un regalo. Pero la realidad fue otra.

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Ángel Colina, periodista y explorador incansable, lleva décadas recorriendo los rincones más remotos del planeta. Pero hay noches que se quedan grabadas en la memoria por lo insólito, lo incómodo y lo surrealista. En el último programa de SER Aventureros, Colina compartió una de esas experiencias que, según él, "definen lo que significa viajar sin filtros".

El lugar: Tarahua, un pequeño pueblo enclavado en el estado de Acre, en plena Amazonía brasileña. "Llegamos en una avioneta después de un viaje agotador. Ya sabes: mosquitos, calor, marcha por la selva… todo lo que te puedes imaginar", relató. La promesa de un "hotelito" en medio de la nada parecía un regalo. Pero la realidad fue otra.

"La habitación tenía una ventana, o eso parecía. En realidad eran cartones mal encajados. La ducha era un calcetín colgado, lo que había para asearse un poco. Y justo al salir, con el cansancio encima, me tuerzo el tobillo en un escalón, sí que terminé con un dolor tremendo", recordó Colina. Sin ventilador, sin aire acondicionado, y con el calor apretando, decidió abrir la ventana para ventilar. Pero lo que apareció al otro lado fue una escena dantesca.

"A un metro había un basurero, y entre los restos, ratas del tamaño de un gato. Una de ellas, fácilmente de medio kilo, me miraba como si fuera su territorio. Lo primero que hice fue volver a colocar los cartones y dormir con la pistola debajo de la almohada", confesó bromeando.

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No obstante, la descripción de Colina no es exagerada. En zonas como Tarahua, la precariedad de las infraestructuras y la cercanía con la selva hacen que la convivencia con animales salvajes sea habitual. "Esa fue la peor noche que recuerdo. No por el peligro, sino por la sensación de vulnerabilidad. Estás solo, lejos de todo, y cualquier cosa puede pasar", añadió.

Su relato, más allá de lo anecdótico, es un recordatorio de que viajar a lugares extremos implica renunciar al confort y enfrentarse a lo inesperado. "No todo es Instagram. A veces es sobrevivir, y otras, compartir habitación con una rata amazónica", concluyó.

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