La vuelta al pueblo en verano: la tradición que se convierte en una necesidad

Madrid

Los pueblos, antiguos lugares donde construir un futuro, son ahora rincones ideales para desconectar del ritmo frenético de la ciudad. Allí se recupera una forma de vida más sencilla. El tiempo se mide en charangas, partidas de cartas en el bar, baños en el río y una bolsa de pipas viendo la lluvia de estrellas.

Para muchos, volver no solo significa reencontrarse con la familia y las amistades que nos han visto crecer verano tras verano, sino que también significa reencontrarse con una versión de uno mismo que solo revive allí y parece escondida durante el resto del año.

Para Lucía, madrileña con raíces zamoranas, regresar a su pueblo “es como volver a casa y muchas veces volver a la niñez”. Aunque solo vea a sus amigos dos semanas en agosto, asegura que cuando los ve siente que nunca se han separado. Pep, estudiante en Alcoy, también comparte su sentimiento y cree que en el pueblo “todo es más tranquilo” y “mágico”.

Factores psicológicos

Esta necesidad de querer volver tiene una explicación y no es casual. Joan Rullan, experto en el desarrollo personal, asegura que uno de los principales factores psicológicos que intervienen está relacionado con la forma en la que aprendemos las personas y con diversos factores emocionales. Las personas aprendemos “asociando, conectando y relacionando diferentes cosas”, declara Rullan. Por tanto, si vinculamos el pueblo con experiencias positivas, nuestra idea de pueblo adquiere un tono emocional que nos impulsa a regresar.

Cambios en el ritmo de vida

El contraste entre la vida urbana y rural también acentúa ese anhelo. Mientras que en la ciudad el ritmo de vida es más acelerado y estresante, en el pueblo vivimos más tranquilos y despreocupados. “En el pueblo se permite y nos permitimos nosotros mismos bajar un poco el ritmo y poder conectar con cosas como pueden ser la naturaleza, los amigos o con el simple hecho de estar vivos en el presente sin tener que hacer muchas cosas”, explica Rullan. Y asegura que esa pausa tiene efectos positivos para nuestra salud porque nos permite “reconectar con cosas que son valiosas para nosotros, pero que, sin darnos cuenta, en el día a día vamos descuidando”.

La vuelta a los pueblos también se vive entre quienes residen durante todo el año allí. Según declaran, el ambiente en verano es mucho más “cercano y familiar” en comparación con el resto del año. A Cristina, residente desde hace cinco años en un pueblo de apenas 200 habitantes, le encanta y le emociona que el pueblo se llene de gente. “Se habla mucho del mundo rural, pero el mundo rural está muy abandonado. Cuando viene la gente de fuera ves que hay vida. Me encanta que venga al pueblo”, reconoce.

Inevitables despedidas

Tras las fiestas, llega inevitablemente la despedida. Las calles vuelven al silencio y los saludos se transforman en abrazos acompañados de un “hasta el próximo año”. Para los que se quedan, comienza de nuevo la espera y los que se marchan, lo hacen con una maleta llena de nuevos recuerdos y experiencias. Javier explica que este momento es el más duro y lo resume como “un cierre de ciclo”.

Para quienes conservan uno de los más de 8.000 pueblos de la España rural, volver siempre será una suerte. Porque, como aquel dicho tan conocido, “quien tiene un pueblo, tiene un tesoro”. Un tesoro, que mantiene vivas nuestras raíces y nos llena de recuerdos que nos acompañarán toda la vida.