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Lo de los hombres en el campo y las mujeres en casa es un mito: es hora de recuperar la memoria de miles de pastoras

'El legado de las pastoras' ha conseguido dar a conocer la historia de cientos de mujeres que vivían en el Valle Bajo de Lozoya

Lo de los hombres en el campo y las mujeres en casa es un mito: es hora de recuperar la memoria de miles de pastoras

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Madrid

El pastoreo fue una actividad vital en la vida de los habitantes de los pueblos del Valle Bajo de Lozoya. Sobre todo, en el caso de las mujeres. A los siete años, muchas de ellas estaban cuidando corderos. A los 10, ya eran capaces de llevar solas un rebaño.

Durante sus primeras veces estuvieron acompañadas por más pastores, pero más adelante las pequeñas comenzaron a dormir en el monte solas, con la única compañía de su rebaño y una manta para resguardarse del frío. La importancia del pastoreo obligó a las niñas a abandonar la escuela cuando apenas estaban comenzando a leer y a escribir.

A pesar de la importancia de su trabajo, el tiempo ha provocado que los pueblos del Valle olviden la labor y la historia de sus vecinas. El legado de las pastoras, un documental y exposición fotográfica impulsada por la Mancomunidad del Embalse de Atazar, busca desenterrar los legados y las historias de estas mujeres.

El inicio del proyecto

Todo comenzó con el deseo de María Julián Prados, coordinadora de documental y trabajadora de la Mancomunidad del Embalse del Atazar, de recuperar las tradiciones de la zona. "Nos creíamos que las mujeres solo estaban en los cuidados", contaba en La Ventana. Pero la realidad era muy distinta. Cuando María y su equipo iniciaron su investigación, se dieron cuenta de que hubo muchas mujeres pastoras durante los años cuarenta y de que incluso "había más pastoras que pastores".

Este pastoreo fue imprescindible durante los años de posguerra. En una época de escasez todas las manos eran necesarias. La mayoría de trabajos fueron ocupados por los hombres, por lo que las mujeres y las niñas de los pueblos del Valle Bajo de Lozoya tuvieron que aprender a ser pastoras de la noche a la mañana.

Es el caso de Dionisia, Anastasia o Alfonsa, que comenzaron a trabajar cuando tan solo eran unas niñas. Anastasia y Alfonsa fueron capaces de dirigir a un rebaño de animales desde los siete y los nueve años. Dionisia también se desenvolvió bien con los animales, pero pasaba mucho miedo por las noches.

Las voces de las pastoras

El objetivo de María era que "se escuchasen las voces de estas mujeres". Sus testimonios fueron fundamentales para hacer charlas y encuentros con su comunidad. "Pensaban que no iba a venir nadie a escucharlas", decían las mujeres. Pero lo cierto es que los pueblos hicieron estas historias suyas y las acogieron como su propia cultura.

Así, las mujeres pudieron reconocer la importancia de su trabajo. Antes de conocerse su historia, consideraban "que no habían hecho nada especial" y que "simplemente cumplieron con su obligación".

Gracias a El Legado de las pastoras los nietos de las pastoras han podido descubrir otra faceta de sus abuelas. "No es que no lo conociesen, es que nunca lo tuvieron en cuenta", finalizaba María.

 

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