El sarpullido
El tiempo todo lo cura, y Trump se irá y se quedarán los pájaros cantando

Ignacio Martínez de Pisón: "El sarpullido"
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Madrid
El bueno de Donald Trump no ha parado de estrechar manos desde que llegó a la Casa Blanca, y al final pasa lo que pasa: que le ha salido un eczema o sarpullido en el dorso de la mano derecha. A mí no me parece mal que se pase el día saludando. Al fin y al cabo, mientras tenga la mano ocupada, no podrá firmar ninguna de sus aberrantes órdenes ejecutivas.
La gente se escandaliza cuando se menciona a Trump como un firme candidato al Premio Nobel de la Paz. Yo no. Yo le daría el de la Paz, y también el de Física, el de Medicina, el de Literatura... Le daría también todos los doctorados honoris causa del mundo, lo nombraría hijo adoptivo de todas las capitales y hasta le daría el premio de Míster Camiseta Mojada. Cualquier cosa con tal de tenerlo ocupado y que no tenga tiempo de hacer más desaguisados.
El premio que nadie podría negarle es el Nobel de los Aranceles, que, si no existe, habría que crearlo solo para él. Su genialidad en ese campo llega a tal extremo que no solo ha puesto aranceles a los productos que importa Estados Unidos sino también, en un alarde de creatividad, a algunos de los que exporta. Por ejemplo, a los semiconductores, que yo creía que eran unos taxistas bajitos y resulta que son unos chips fundamentales para las tecnologías más avanzadas.
No creo que los mandamases de Occidente se opongan a concederle ningún premio. No desde luego Mark Rutte, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo. Tampoco Ursula von der Leyen, otra admiradora, otra amiga, otra esclava, otra sierva... Pero no hay que desesperar. El tiempo todo lo cura, y Trump se irá y se quedarán los pájaros cantando, y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco.




