Las guerras de Rusia

Madrid

Alguien nos ataca. Y parece, o más que parece, que se trata de Rusia. El avión de la presidenta de la Comisión Europea ha sufrido una interferencia electrónica. Alguien ha anulado su GPS cuando intentaba aterrizar en el segundo aeropuerto de Bulgaria. El piloto tuvo que tomar tierra a pedalín, manualmente.

El ataque al avión de Úrsula Von der Leyen se produce en medio de una gira que ha emprendido por los países bálticos y otros europeos fronterizos con Rusia, adonde acude para mostrarles solidaridad frente a las amenazas del Kremlin.

Si se confirma que el ataque proviene de Moscú, cosa que resulta difícil en la guerra electrónica, puede deberse a distintos motivos. Uno, a que algún espía tenía ganas de jugar, pero no suelen hacerlo así, gratuitamente. Dos, para molestar a una rival cualificada, porque la Unión Europea es la base más firme de la resistencia de Ucrania a la invasión rusa. Tres, para convertir en permanente su estrategia de amenazas e intimidaciones, a las que suele recurrir en períodos prelectorales. Cuatro, para intentar dejar sentado que Rusia es un poder en Europa y sobre Europa. O una mezcla de todo ello. La receta contra este virus es reforzar la defensa de Urania, mantener las sanciones a Moscú, y recordar que Putin es un presunto criminal perseguido por la justicia internacional.