Lucrecia Martel: "Para masacrar a la gente en Gaza les han despreciado como humanos, y eso lleva tiempo"
La directora argentina presenta en Venecia 'Nuestra tierra', un documental sobre el asesinato de Javier Chocobar, y sobre el acoso a las comunidades indígenas en Argentina y cómo se les ha echado de sus tierras

Venice (Italy), 31/08/2025.- Argentinian director Lucrecia Martel poses during a photocall for 'Nuestra Tierra' at the 82nd annual Venice International Film Festival, in Venice, Italy, 31 August 2025. The 82nd Venice Film Festival runs from 28 August to 06 September 2025. (Cine, Cine, Italia, Venecia) EFE/EPA/RICCARDO ANTIMIANI / RICCARDO ANTIMIANI (EFE)

Venecia
Lucrecia Martel es una de las directoras más importantes del cine independiente actual. Habitual de Cannes y de Venecia, llevaba tiempo, desde Zama, sin presentar nueva película. El motivo es que ha estado muchos años trabajando en un proyecto alejado de la ficción, un documental, sobre un tema que le apremiaba contar. El asesinato de Javier Chocobar en octubre de 2019 a manos de unos terratenientes, en medio de las luchas por la tierra de la comunidad Chuschagasta, a quien quieren echarles del lugar donde han vivido desde siempre. En realidad, este ejemplo, es solo uno de los muchos casos que reflejan la desigualdad y el problema fundacional de Argentina: repartido de manera burocrática, echando a las comunidades originarias y generando dos clases sociales.
Nuestras tierras es el resultado de mucho trabajo. Primero de investigación, después de convivencia con hombres y mujeres chuschagasta. También, de la grabación del juicio a los asesinos de Chocobar, Sergio Amin y los ex policías Luis Humberto Gómez y José Valdiviezo -pertenecientes al grupo parapolicial Comando Atila- que fueron condenados, pero que no han entrado en la cárcel todavía. Más allá de contar solo el caso, la película cuenta la historia de esta comunidad, de cómo fue explotada en esa zona rural o en la gran ciudad, de cómo se sienten frente al estado, frente a los otros, de cómo la colonización española y la religión marcaron para siempre el destino de una parte importante de los argentinos. En realidad, el problema de la tierra está ahí desde la Edad Media, incluso antes. El problema de quién puede vivir en algún lugar es el fondo del conflicto palestino, que resuena estos días en el Festival de Venecia, donde Martel ha presentado la película.
La imagen del homicidio de Javier Chocobar se hizo viral en internet, ¿cómo llevas a esas imágenes y qué eyecto tuvieron en ti para decidir hacer una película?
Yo estaba investigando para hacer la mi anterior película, Zama, buscaba comunidades no contactadas en YouTube, afortunadamente el algoritmo no funciona bien y llegué a este caso. Lo que me impactó es que yo ya había visto ese vídeo y lo había olvidado. Me pregunté cómo era posible que lo hubiera olvidado, porque es algo atroz. ¿Qué pasa con la humanidad para que uno se pueda olvidar de haber visto algo así que, encima, sucedió a 300 kilómetros de mi casa? Mientras pensaba en esto, también me pregunté por esa coincidencia entre una persona que tiene una cámara y una que tiene un revólver. En inglés se usa la misma palabra para ambas. ¿Qué locura hay en torno a la producción de imágenes? Eso me ha llevado a pensar sobre mi trabajo, sobre las imágenes, pero también me acercó a esta comunidad. Me fui meses a conocerles y, una vez que uno está en contacto con el dolor humano de manera tan directa, se involucra por completo.
Ese dolor tiene que ver con la tierra, con la pregunta que asola a las sociedades desde la Edad Media, de a quién pertenece la tierra, pregunta que sigue generando muchos conflictos actuales
El epicentro de todo esto está en la religión católica. Cuando España llega a América lo hace con la idea de Dios. Y cuando en Europa aparece la idea de Dios algo cambia con respecto a la tierra. Es en ese momento cuando todo pertenece a la divinidad. En el minuto en que llegó la religión católica a América, todo el continente era de Dios, ya no era de la gente. Y yo creo que esa invención genial, porque me parece una genialidad la invención de dios, aunque yo no crea, es que puede unir a tantas personas para hacer cosas increíbles, como cruzar el mal, y terribles, como matar. Si entre los humanos no hacemos acuerdos respecto al espacio, que es vital para que cualquier persona pueda desarrollar una vida, no tenemos salida, vamos al exterminio. Es necesario un acuerdo.
¿Ha sido difícil que esta comunidad confiara en ti?
No confían. Claro que no. Tampoco confiaban en mí. Y lo entiendo. Al principio me enojaba, me ofendía y, después, me di cuenta de que es una comunidad que tiene una historia de decepciones. Han visto como gente que se acerca con buena voluntad siempre les termina sacando algo.
Retratas el juicio y, da la sensación de que esos acusados se comportan como si no se lo tomaran en serio. Por otro lado, las víctimas muestra resignación y falta de confianza en la justicia, ¿cómo fue lidiar con todo eso?
Está esa señora que dice que ella lo ha hecho todo de manera transparente. Cuando la escuchas mentir piensas en cómo va a ser que mienta tan descaradamente, porque como testigo la pueden acusar de falso testimonio. Sin embargo, no le pasa nada. Ella puede mentir, decir que no conoce a los imputados. En realidad la justicia funciona a favor de una gente y en contra de otra. Toda esa escena del juicio es muy difícil de ver. Al final, fue un milagro, al menos fallaron a favor, aunque después de dos años están libres y siguen hoy libres.
De hecho, decías que ibas a escribir una carta a la Justicia y que está película puede ayudar a que por fin se revuelva el problema de la titularidad de tierra, pero también que cumplan condena, ¿qué puede hacer el cine ante los problemas de la sociedad?
Para mí es muy importante hacernos esta pregunta. Estamos en un momento de tanta decepción, de angustia que no sabemos qué va a pasar, quién va a tener trabajo en el futuro, con la llegada de la inteligencia artificial, si las guerras van a ser letales para toda la especie. Desde que empecé a trabajar, en todo este tiempo, nunca había sentido que era tan necesario el cine, que eran tan importantes las imágenes y el sonido. Ante el analfabetismo tan generalizado, el lenguaje de las imágenes y el sonido es importantísimo. Necesitamos el lenguaje de las palabras. Parece que ya no sirve, porque vemos a los políticos y nadie cree en su palabra y ellos son incapaces de hablar y llegar a acuerdos. También tenemos los acuerdos firmados entre naciones, que nos sirven para nada. Es por eso, que quizá tenemos que darle un chance a las imágenes y el sonido, que son una materia fundamental para esta época.
Este tema del conflicto de la tierra, de la burocracia, no ocurre solo en esta comunidad que retratas, sino en toda Argentina, ¿En qué situación se encuentra este caso y qué solución tiene?
No tiene fácil solución. Pero lo que no puede seguir habiendo es negación del problema. Es muy difícil resolver esto. La Argentina siempre cree que su problema es económico, pero el problema de la Argentina es histórico. Esta es una nación que se inventó un mito de origen totalmente mentiroso. Si no abordamos esto, qué es lo que no está resuelto desde el primer día de la Independencia, si le seguimos echando la culpa a la colonia española, nada se va a resolver nunca. Vamos a meter todo bajo la alfombra.
Aunque quizá el problema tenga su origen en la colonia española…
Por supuesto. Pero una vez que declaraste la independencia, ya no le puedes echar más la culpa a la colonia. Podés entender las raíces del problema, pero no podés seguir echándole la culpa y enseñándole a los chicos en la escuela que el enemigo es son los realistas, cuando el problema es la nación argentina.
Y está el racismo también, ¿es el principal problema que hay detrás de cómo se trata a esta comunidad?
Claro, está ahí porque es necesario para construir a un enemigo, hacer que sea despreciable profundamente. Cuando yo escuche en Gaza a señoras, que podrían ser mi madre o mi abuela, decir que sus vecinos no son personas, que son menos que perros, pensé en cómo se construye al enemigo. Para llegar a ese pensamiento, para masacrar a alguien, para cortarle la pierna, cortarle los brazos para matarlo, para escuchar a un chico que llora porque la mamá la han asesinado y que no te afecta, antes has tenido que construir al enemigo de una manera muy sofisticada. Tenés que despreciar profundamente el cuerpo del otro, volverlo un objeto, quitarle su tiempo y su fuerza de trabajo, quitarle su espacio y despreciarlo como humano. Eso lleva tiempo.




