¿Qué nos está pasando?
Descuidamos el detalle, lo cercano y las cercanías, la previsión, el manual básico para atender a consumidores y afectados por las emergencias

Madrid
Estamos llorando los muertos en el terrible siniestro del funicular de Lisboa. Como acabamos de desgarrarnos por los de los incendios forestales en media España. O nos siguen desvelando los de la dana valenciana. Eso, sin contar sucesos digamos menores, como el gran apagón, o las incidencias ferroviarias.
¿Qué nos está pasando? ¿Por qué? No hace falta que hagamos catastrofismo de política interesada para reconocer que algunas cosas no van como deberían. Este país (igual que el vecino) funciona, dispone de infraestructuras muy recientes, ha invertido mucho en progresar, resulta bastante amable, es tolerante y moderno.
Igual nos ocurre que somos capaces de emprender grandes cosas, pero las rematamos mal. Inauguramos, pero dejamos estropearse algunas instalaciones y paisajes. Somos campeones de la alta velocidad, con 4.000 kilómetros de vías. Y en centros computadores y de datos. En más cosas de las que decimos. Pero descuidamos el detalle, lo cercano y las cercanías, la previsión, el manual básico para atender a consumidores y afectados por las emergencias.
¿Qué deberíamos hacer? Claro, ser más conscientes y exigentes con los efectos del cambio climático. Recuperar consensos básicos, políticos y sociales, el método de la prueba y el error. Y vigorizar la cultura de la responsabilidad, de la rendición de cuentas constante, de la supervisión y el control, del respeto a los otros y la exactitud no solo en grandes proyectos científicos y empresariales sino en las pequeñas tareas de los oficios básicos. De lo cotidiano. Algunos dirán: eso son solo buenos deseos. Y yo les recuerdo algo obvio: lo bueno es mejor que lo malo.

Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...




