La clave de Carlos Soria para seguir subiendo montañas a los 86 años

A sus 86 años, Carlos Soria sigue subiendo montañas con la misma pasión que cuando descubrió la escalada siendo apenas un adolescente. Durante su paso por SER Aventureros, el alpinista abulense compartió las claves, si es que existen, de su longevidad física y emocional en la montaña. "No tengo ni un secreto", dice con naturalidad. "Me gusta lo que hago y lo hago porque me gusta, no por ninguna otra cosa. Simplemente, lo paso bien".

"Crecí en la posguerra, en una época de pobreza extrema", recuerda Carlos Soria. Tenía solo 14 años cuando, casi por casualidad, descubrió la montaña. Aquel hallazgo fue un punto de inflexión en su vida. "Venía de un barrio muy duro, de miseria, violencia… Había de todo. Y de repente, al ver la montaña, pensé: 'Esto es otro mundo'. Un mundo completamente distinto al que conocía".

Desde entonces, la montaña no solo se convirtió en su pasión, sino en su forma de entender la vida. Para él, escalar no es simplemente un deporte, sino una experiencia humana profunda. "Subir montañas no es solo un deporte", explica. "Es conocer a mucha gente. Mira Nepal, que está lejísimos, y aun así, cuando volvemos allí, nos reciben con abrazos, nos hacen una tarta para felicitarnos por haber regresado. Esas cosas te emocionan".

Su vínculo con la montaña no es solo físico, sino también emocional y familiar. “Toda mi familia hace deporte, toda mi familia ha hecho montaña. A Cristina, mi mujer, la conocí en la montaña. He subido bastantes montañas con ella, con mis hijas, y ahora también con mis nietos”.

Aunque nunca ha intentado imponerles su afición por la montaña, sí ha sabido transmitirles el amor por el deporte y la naturaleza. "Sería una locura obligarles a hacer montaña, esas cosas no se fuerzan", comenta entre risas. Aun así, dos de sus nietos han viajado con él desde pequeños hasta el Himalaya, acompañados por su madre. "Han estado conmigo aquí, donde estoy ahora. Fue una experiencia preciosa".

Incluso cuando trabajaba como tapicero, Soria encontraba tiempo para entrenar. "Quería hacer bien las dos cosas", afirma. Hoy, su rutina incluye salidas al Cerro del Telégrafo, que tiene justo encima de su casa en Moralzarzal, excursiones por la Pedriza o escapadas al Pirineo. "Me conformo con subir muchos días", dice. "Me gusta seguir vivo y con ganas de hacer cosas. Que no se me quiten nunca las ganas", concluye.