Los cinco seniors superan la noche más fría de sus vidas y completan el Desafío Santalucía 2025

Longyearbyen (Svalbard, Noruega)

Catorce largos días con sus catorce largas noches de deporte extremo en el Ártico llegan a su fin con el deber cumplido. Bernardo Negueruela, Esther Aristieta, Amelia Lerma, Merche Carbonell y Jesús Torres Martínez han completado con éxito la conquista del archipiélago de Svalbard por tierra y mar, y han demostrado que la edad no es ningún impedimento para alcanzar metas inimaginables en el lugar más remoto del planeta. Capitaneados por la dirección de Álex Jara han sido capaces de superar complejas pruebas de navegación a bordo de 'El Intrépido', etapas de alta peligrosidad haciendo trekking entre glaciares y largas horas de kayak surcando el mar más frío del mundo.

Son unos héroes y con ese prestigio aterrizarán en España después de ser los protagonistas de esta segunda edición del Desafío Santalucía Seniors 2025. Las palabras más escuchadas entre la expedición son "orgullo", "satisfacción" y "felicidad" en su llegada al pueblo soviético abandonado de Pyramiden. Un lugar en el que se detuvo el tiempo en el año 1998 cuando cesó la explotación minera de carbón para los rusos, pero que sirvió para demostrar que el tiempo no se detiene para cinco aventureros capaces de firmar lo inimaginable y conquistar el Ártico.

Una acampada en mitad de la nada ártica

Pyramiden fue el punto de inicio y de final de una impresionante travesía teñida de blanco y de color mar que recorrió un archipiélago muy poco conocido más allá de sus fronteras, cuyo espacio geográfico es de suma importancia a nivel internacional. "Es una tierra que controla Noruega, pero que no pertenece a nadie", aseguró el guía encargado de enseñar la zona a los periodistas que somos testigos de este Desafío.

Para Esther Aristieta, una de las expedicionarias que habló con la Cadena SER hace apenas unos días, ya lo avisaba cuando decía que todavía quedaba "lo peor por delante". No le faltaba razón. 'El Intrépido' atracó alrededor de las 13 horas y los cinco expedicionarios pisaron suelo ártico para hacer un trekking que superó las nueve horas de duración. Un camino durísimo que exigió lo mejor de todos ellos. Por fin pudimos ver las primeras grietas entre tanta resistencia física y mental de los cinco aventureros que tuvieron que lidiar con las inseguridades e incertezas que aparecen en un desafío de estas características. "Hubo momentos en los que pensé que no lo conseguiría", reconoció Bernardo a la Cadena SER.

Amelia pasó dificultades físicas, la fiebre apareció como la enemiga invitada para Merche y el resto de expedicionarios tuvieron en lo psíquico su peor enemigo. Pensamientos intrusivos que se colaban por si no pudiesen lograrlo o la ya recurrente pregunta de "¿qué hago aquí?". La ascensión al glaciar de Nordenskiold fue extremadamente complejo, pero tras ello les vendría por delante la noche más fría de sus vidas. Acampados en la base del glaciar, no pudieron apenas conciliar el sueño debido a las guardias que cada hora y media despertaba a uno de ellos para vigilar acompañados de un guardia armado la posible llegada de osos polares en mitad de la noche. La última tragedia en el que un oso polar acabó con la vida de un ser humano fue con un turista francés en el año 2017. Era clave cumplir con la responsabilidad de unas guardias que les han acompañado durante toda la aventura.

La noche más fría de sus vidas se llevó mucho mejor de lo que pensaban finalmente para los expedicionarios. Equipados con el mejor equipo deportivo posible y tapados hasta los ojos, durmieron lo que pudieron. Las ganas y la emoción de ver cada vez más cerca el final de un reto que marcará por siempre sus vidas cuenta muchísimo más que cualquier sufrimiento previo. Ahora, no piensan en otra cosa que en ver a sus familiares y contar todo lo que han vivido. "No veo la hora de contarles todo a mis dos nietas", cuenta Esther Aristieta a la SER desde el lugar más al norte del mundo donde cinco seniors españoles han hecho historia.

La violencia del ártico en primera persona

Fue tal la remotidad del lugar en el que se encontraban los cinco expedicionarios en su final de viaje que los periodistas tuvimos que subirnos a bordo de una zodiac para llegar a la ubicación donde se encontraban los protagonistas y poder conocer de primera mano sus sensaciones. Un viaje intenso de ida que se convirtió en toda una prueba de supervivencia inesperada en el camino de regreso al hotel. El conductor de la embarcación nos avisó de que no había buena mar y que sería complicada la vuelta. Nada comparable a lo que vivimos, no nos lo imaginábamos de esa forma. Las olas superaban los cuatro metros e impactaban con una fuerza brutal sobre todos nosotros, afectando directamente a las lumbares. La sensación era la de volar con aterrizaje forzado cada dos minutos de reloj.

Golpe tras golpe durante un par de horas, a los que tampoco ayudaba la lluvia que sobre nosotros caía, pero a la que no podíamos darle la importancia necesaria por todo lo que estábamos viviendo. Exhaustos y sorprendidos por el poco avance, tuvimos que detenernos en mitad de la nada para establecer una estrategia. Todavía quedaba una hora más de trayecto en las previsiones más halagüeñas. Ataviados con equipo de agua y gafas, intentábamos limpiar el agua para ver y preveer en qué momento deberíamos saltar sobre nuestros asientos para que así la ola nos hiciese el menor daño posible. Fue un desafío extremo dentro de otra aventura que para nosotros queda ante la falta de pruebas - de manera completamente justificada- que existen.

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