Soledad Gallego-Díaz: "La señora Kallas ha demostrado hasta ahora una manifiesta incapacidad para ejercer el cargo para el que fue nombrada"

Madrid

Hace ya algunas semanas que 209 antiguos embajadores y altos funcionarios de la Unión Europea hicieron público un manifiesto en el que recordaban que, al margen de lo que decidiera la Comisión o el Consejo Europeo, cada uno de los países miembros tenían a su alcance una serie de medidas para presionar al gobierno de Israel y ayudar a poner fin a los crímenes de guerra en Gaza. El manifiesto sugería, por ejemplo, parar el tráfico de armas, obligar a los ciudadanos israelíes que quisieran viajar a firmar una declaración previa según la cual no habían participado en los crímenes cometidos por Israel o suprimir las transacciones bancarias con entidades israelíes. Parte de estas medidas, y otras, aun más exigentes, figuran en la lista hecha pública por el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y es posible que sean también respaldadas por algún otro país europeo donde se escuchan cada vez más voces de protesta contra Netanyahu.

La que permanece en un increíble silencio es la Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores, la ex primera ministra de Estonia, Kaja Kallas. Una cosa es que los acuerdos para sancionar a Israel deban ser tomados por los primeros ministros o jefes de Estado, y otra que la Alta Representante sea prácticamente muda e incapaz de expresar una opinión propia, como sí que hizo su predecesor, el español Josep Borrell. La señora Kallas ha demostrado hasta ahora una manifiesta incapacidad para ejercer el cargo para el que fue nombrada. Parece que, lamentablemente, el cargo de Alto representante ha dejado de existir.