Antonio Muñoz Molina: "El trabajo en el huerto me ha dado serenidad y la oportunidad de estar con personas de las que aprendo mucho"
El escritor cultiva tomates, recuerdos y vínculos en una finca familiar junto a Elvira Lindo

Radio Lindo | Cultivar un huerto con tu pareja
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Antonio Muñoz Molina no había cogido una azada en cincuenta años. Hasta que lo hizo: "Cogí la azada y parecía que mis manos actuaban solas", contó en Radio Lindo de La Ventana. Lo que empezó como una propuesta escéptica se convirtió en una historia de amor con la tierra.
La idea del huerto fue de Elvira Lindo, que quería iniciar un diario radiofónico con fragmentos personales que pudieran conectar con los oyentes. "Yo iba al huerto de visita, me hacía alguna foto, pero luego cocinaba con lo que Antonio traía", dijo entre risas. Lo que parecía una ocurrencia se convirtió en un proyecto compartido con César, su cuñado, y Daniel Luz, un amigo que les enseñó a cortar cañas en ángulo para que se clavaran mejor en la tierra.
La finca, situada cerca del río Turia, estaba abandonada. "La acequia parecía salvaje", recordó Muñoz Molina. "El primer trabajo fue físico: arrancar zarzas, quitar hierbas secas, despejar el terreno". Y ahí, entre surcos rectos y tomates que brotaban, el escritor redescubrió una parte de sí mismo que creía olvidada.
"Mi recuerdo tiene una realidad material. Lo que mi padre me enseñó está ahí, poniéndose en práctica. La memoria no está solo en el cerebro, está en el cuerpo entero".
Una historia de amor con la tierra
Muñoz Molina trabajó en la huerta de su padre hasta los 18 años. "Lo que no sabía es que había aprendido también, aunque fuera con desgana", reconoció. Y esa memoria, que parecía enterrada, volvió a brotar con cada gesto. "Es como ir en bici: si lo aprendes de niño, no se olvida".
El huerto también les ha enseñado a regalar, a intercambiar. "Le dábamos tomates a la prima de Elvira, que tiene una panadería, y ella nos daba pan", contó. "Eso me parece extraordinario". Cultivan sin pesticidas, con métodos orgánicos, y han aprendido a observar las plantas como seres vivos que se comunican con abejas y gusanos. "Las plantas tienen un sistema para llamar a las abejas. Es una fraternidad interespecies", explicó Lindo.
"En el campo no hay engaños. Tú plantas y o sale o no sale", dijo el escritor. "Es lo contrario al estrés, es absorbente, pero tranquilizador".
Cultivar como forma de vida
El trabajo en el huerto, como el de escribir, no es solitario. "Estábamos César y yo, y luego Daniel, que nos enseñó a hacer estructuras de caña para las tomateras", recordó Muñoz Molina. "Hay personas que son generosas para dar, pero roñosas para recibir. Y eso también lo ves en el campo".
La experiencia ha sido también una forma de reconciliación con el pasado. "Pensaba en mi padre, en mis tíos, en mi abuelo. Y de pronto esa memoria se convierte en algo concreto. En limpiar matas de tomate, en recoger con delicadeza, en llegar al huerto con la fresca y ver el rocío".




