José Luis Ozores, el obrero del espectáculo
El actor que convirtió la comedia en un arte serio
El viaje de ida | José Luis Ozores, el obrero del espectáculo
Fue el primero de una quinta generación de actores: José Luis Ozores (1923), el mayor de tres hermanos (Antonio Ozores y Manuel Ozores), aunque también le conocemos como Peliche. Fue su hermano Antonio, el más pequeño, quien le regaló este nombre. "Cuando nació, su hermano Antonio escuchaba a su madre llamarle Pepe Luis. Como él no pronunciaba muy bien, un día le llamó Pepichi, y se quedó con Peliche, que era el mote con el que le conocían los más allegados", explica César Combarros, periodista, historiador y autor de José Luis Ozores: la sonrisa robada, la primera monografía del actor.
Para entender de dónde viene tenemos que remontarnos un poco más atrás y conocer la familia en la que crece. "Su tatarabuelo fue el que inició la saga a principios del siglo XIX", cuenta Jaime Iglesias Gamboa, periodista, historiador cinematográfico y autor del diccionario incluido en el libro El universo de José Luis Ozores (Notorious, 2024). Hijo de Luisa Puchol y Mariano Ozores Francés, José Luis nació en una estirpe de cómicos muy humilde que trabajaban "con mucho amor, pero buscando la subsistencia", señala Iglesias Gamboa. Sus padres formaron la compañía Puchol-Ozores y se dedicaron a viajar de provincia en provincia, "con una carpa que ponían en medio del pueblo, con unas 40 obras de teatro en el repertorio", recuerda su hija Adriana Ozores.
"Con 4 años es la primera vez que se cuela en el escenario", cuenta Combarros. Mientras sus padres estaban de gira, los niños se quedaban con su abuela en Valencia, en concreto en el cine Novedades de Burjassot. Esto fue lo que hizo que los hermanos Ozores crecieran entre películas y guiones. "Los niños representaban el cine de los años 20; jugaban a hacer teatro antes de hacer teatro", explica Alejandro Melero, dramaturgo y ensayista.
Obreros del espectáculo
Peliche nunca tuvo vocación por el mundo de la interpretación. Ver que sus padres no podían pasar tiempo con ellos porque trabajaban y viajaban constantemente le creó mucho rechazo hacia la profesión. Pero después de la guerra no quedaba otra que arrimar el hombro. "A los tres les pasaba que habían conocido la parte más difícil, incluso de abandono cuando su familia se tenía que ir, y no se veían haciendo esas giras", cuenta Melero.
Lo más importante era trabajar para poder sobrevivir, explica su hija: "Ganarse el pan es a base de hacer teatro y representarlo por los pueblos. Esa parte de profundizar en lo que es la actuación es que ni se le pasaba por la cabeza. Su concepto de la actuación es intentar hacer reír a la gente para que venga el mayor número y pague taquilla".
"Lleva dentro un actor dramático"
Hay algo en José Luis que llama la atención de sus padres. Algo que consiguen ver en él y que no tiene ninguno de sus hermanos. "Su propio padre enseguida percibió en José Luis ese tono diferenciador que no tenían sus otros hermanos y que le hacía parecer una persona totalmente distinta; decía que su hijo llevaba dentro un actor dramático", explica Lucía Tello, doctora en Ciencias de la Información y profesora universitaria de Cine. Tello detalla la forma de trabajar de Peliche: "Afrontaba sus papeles desde esa perspectiva dramática, lo cual hacía que cada vez que abordaba un personaje cómico lo hiciera con todo el peso y la seriedad del drama". Era así como José Luis conseguía traspasar la frontera entre la comedia y el drama, demostrando que "no hay nada más serio que la comedia".
Teatro a cachetines
El talento de José Luis empezaba a llegar a todas partes, y fue en 1950 cuando lo descubre el director Edgar Neville, dándole el salto del teatro al cine, aunque no le convenciese del todo. Iglesias recuerda el buen ojo del director, que ficha a Peliche para hacer un papel importante en El último caballo. El cine no le gustó tanto, llegando incluso a escribir cartas a sus padres contándoles su experiencia. Combarros cuenta que José Luis decía en estas cartas: "Esto es más frío y más mecánico que el demonio, es hacer teatro a cachetines; así no hay quien entre en situación. Santo Tomás, una y no más".
Pero sí que hubo más, muchas más. José Luis hacía todo tipo de papeles y se movía entre funciones de teatro y grabaciones, pero fue en 1956 cuando le llegó la película que le cambiaría la vida. Alejandro Melero confirma que "fue la película perfecta para convertirlo en la estrella total del cine español". Recluta con niño tenía lo que gustaba en el cine franquista de esa época, lo militar y lo patriótico, pero José Luis "se lo lleva a un terreno muy familiar, inocente, infantil y tierno, que es lo que sabe proyectar muy bien", cuenta Melero. Fue así como Peliche consiguió crear el arquetipo de figura que "representaba al cateto entrañable" que tanto gustaba a la sociedad. "Fue una película que le acercó a la España vaciada, que en esos momentos estaba empezando a vaciarse", señala Melero.
Aunque hay varias versiones de cómo llegó hasta él el guion, Adriana Ozores nos da la que más cerca pudo estar de la realidad: "Estaba con Mariano (su hermano) y llegó el productor para decirle que tenía que hacer esta película que, según él, era fantástica e iba a funcionar. Mi padre dijo que no podía hacerla, y cuando se marcha el productor, Mariano le pregunta por qué no lo va a hacer. José Luis dice que está esperando unas maquetas de unos trenes que había encargado a Alemania, y que los tenía que montar".
El hombre orquesta
Para Peliche el juego estaba por encima de muchas cosas. Al principio hablábamos de que José Luis no tenía vocación para ser actor, y eso también se debía a que él disfrutaba siendo todo a la vez. Jaime Iglesias cuenta que era una persona que se interesaba por la pintura, la fotografía, las manualidades, el deporte, las artes plásticas... El Aerochú fue uno de sus primeros inventos, que desarrolló como entretenimiento para "jugar con sus compañeros de los teatros en los descansos". Una patente que en los 80 dio lugar a juguetes como el Exin Basket.
El lenguaje Ozores
Una especie de hombre orquesta, con una capacidad creativa enorme que no paraba entre guion y guion. Esta cualidad también se lleva en la sangre; los Ozores fueron capaces de hacer en España lo que entonces aquí ni siquiera existía. "No se entiende el comienzo de la televisión en España sin los Ozores", afirma Melero. Mariano Ozores fue el jefe de programación, "el que se inventaba qué veían los españoles que entonces tenían televisión", y se apoyaba en sus hermanos como en cualquier otro de sus proyectos. De hecho, "el primer concurso de televisión de preguntas y respuestas, formato que todavía mantenemos, lo inventaron ellos; lo hicieron José Luis con su hermano Antonio", señala Melero. "Estos pioneros no sabían el lenguaje, ni a quién se dirigían; se estaban inventando televisión mientras ellos mismos no habían visto televisión de otros países", cuenta.
Las cartas
Trabajó hasta que el cuerpo se lo permitió. A inicios de los años 60 comenzaron los síntomas de una esclerosis que le fue reduciendo poco a poco la movilidad. Y entonces tampoco paró. Jaime Iglesias recuerda que "empezó a ver doble en una gira a finales de los años 40, lo que los médicos avisaron que podía ser síntoma de una enfermedad neurológica". Poco a poco se le fue reduciendo la movilidad, hasta quedar confinado en una silla de ruedas.
José Luis tuvo que grabar sus últimas películas sentado, pero no paró de tratar de encontrar respuestas a todas las preguntas que iban surgiendo. Leía, escribía cartas a médicos de todas partes y se prestaba a hacer experimentos que pudiesen alargar el tiempo todo lo posible.
"De alguna manera hizo muchas intentonas", afirma su hija. Adriana Ozores cuenta que "no se quedó en casa" tras el diagnóstico. "Empezó a investigar, se puso en contacto con médicos de toda Europa a ver si había solución a todo esto. Se prestaba a hacer experimentos consigo mismo, y recuerdo que en una clínica le metían en una piscina muy honda y muy pequeñita para hacer ejercicios", explica.
En noviembre de 1967 José Luis estuvo en el programa Ustedes son formidables para recaudar fondos para su familia. Cuando la esclerosis le alejó de la actuación, su mayor preocupación era que su familia no quedase desatendida. Toda España se volcó: recaudaron 1 millón de pesetas y le regalaron un coche.
Medio año después, Peliche falleció, dejando un hueco en el mundo del espectáculo que hasta ahora nadie ha podido rellenar. El actor Emilio Gutiérrez Caba conmemora la figura de José Luis: "Era tan tierno, tan frágil, que en cualquiera de sus películas le tenías cariño; Peliche fue un regalo enorme para todas y todos nosotros". "Fue tremendo, fue traumático. Para sus hermanos, para su familia y también para la profesión, que alguien tan joven y tan querido desapareciera", recuerda su hija.