¿Quién hará la guerra?

A los pacifistas siempre nos achacan poco realismo. Si quieres la paz, nos repiten, prepárate para la guerra. Pero de hecho son los belicosos los que menos hablan de la realidad que engloba este concepto que esgrimen como si nada.

“Guerra” es una palabra que significa cosas distintas dependiendo de si el que la pronuncia está en un cómodo despacho ministerial o si se está al pie del cañón. La palabra sobre el papel no se mancha de sangre, no huele ni duele. Esos desfiles de tanques y soldados en fila, tan limpios y aseados, no evocan muerte y destrucción, que es para lo que están.

Estos días hemos tenido noticia de un movimiento de reservistas israelíes en contra de la guerra. No quieren formar parte de la carnicería de Netanyahu, se quejan de que les dijeron que iban a defender una cosa y luego se dieron cuenta de que les piden otra muy distinta. Es algo que ha sucedido siempre en los enfrentamientos bélicos: señores poderosos, casi siempre mayores, deciden que hombres jóvenes vayan a morir o a matar.

La insumisión de los soldados israelíes es un signo de cordura porque nadie que participe en el genocidio saldrá indemne de él, sólo los poderosos dirigentes que no pisan nunca el campo de batalla.

La próxima vez que alguien les diga que hay que armarse más, ir a la lucha si hace falta, pregúntenle si sería capaz de empuñar un fusil y matar a otro ser humano. Si podría poner el ojo en un niño indefenso y hambriento y dispararle en la cabeza o el pecho. Eso es la guerra y no un concepto abstracto.