Escuelas cosidas a balazos, así es la vuelta al cole en el campo de Shuafat, en territorio ocupado por Israel

Jerusalén

En el campo de refugiados de Shuafat viven cerca de 60.000 palestinos. Es el único ubicado dentro de la ciudad de Jerusalén, una especie de poblado con edificios y casas hacinadas, rodeadas de mucha suciedad. Para acceder a él, el equipo que acompaña a la corresponsal de la SER Nuria Garrido ha tenido que cruzar un enorme puesto de control custodiado por fuerzas israelíes que vigilan y revisan a punta de fusil los documentos de todos los que entran y salen.

Reina el caos, pero sobre todo en las calles se pueden ver niños que, lo primero que han hecho, ha sido recrear lo que escuchan y lo que ven cuando entran las fuerzas israelíes para hacer redadas: sonidos de disparos. Son niños que deberían estar en la escuela, como todos en estas fechas, pero, aunque hay varios centros educativos en este campo, algunos privados, las tres principales escuelas pertenecen a la UNRWA y están vacías y cerradas.

Una de ellas se encuentra en la entrada y sus paredes están agujereadas por las redadas israelíes. El cierre fue ordenado el pasado mes de mayo por el Gobierno de Benjamin Netanyahu y lo hizo en una operación que llevaron a cabo sus fuerzas irrumpiendo en las clases y forzando la evacuación de todo el profesorado y alumnado. Lo pudo hacer amparándose en la conocida como ley UNRWA, que entró en vigor a principios de año y que básicamente prohíbe a esta agencia de la ONU seguir prestando servicios, entre ellos el de la educación en los territorios que Israel controla.

El Ejecutivo sacó adelante esta norma acusando a la agencia de tener vínculos con Hamás, pese a que nunca presentó pruebas verificables. Ahora, 500 alumnos se han visto afectados por este cierre, entre ellos, el hermano y el primo de Dana Kawasni, una refugiada palestina de este campo de 25 años que nos cuenta que no ha habido manera de encontrar otra plaza en otra escuela y que su hermano se pasa el día en casa encerrado sin hacer nada. También recuerda que toda su familia, entre ellos padres y tíos, tuvieron acceso a la educación gracias precisamente a estos colegios que estableció la UNRWA.

Ahora muchas familias palestinas están buscando alternativas para sus hijos, pero no lo tienen fácil, no solo por el cierre de esos colegios, sino también por los obstáculos a los que se enfrentan los niños palestinos a diario para llegar a la escuela. Israel también cerró otras tres escuelas de la UNRWA fuera de este campo de refugiados y ubicadas en otros puntos de Jerusalén Este. Todo ello ha provocado que las otras escuelas a las que suelen ir los palestinos hayan quedado colapsadas por la alta demanda.

Un padre palestino residente de este campo, explica que tras cuatro meses buscando plaza, finalmente ha podido encontrar una para su hijo de 13 años. Pero para eso ha estado yendo de colegio en colegio, preguntando en el Ayuntamiento, en manos de Israel, que tampoco le daba una respuesta hasta que finalmente ha logrado una plaza en un colegio en Beit Hanina, ubicado en las afueras de Jerusalén.

El caso de este palestino muestra otro problema que señala una profesora palestina de Shuafat, que ahora su hijo tendrá que salir cada día del campo para ir al colegio, lo que significa cruzar el puesto de control, que muchas veces permanece horas cerrado. Por eso esta profesora pide que se faciliten los autobuses para los niños.

Empleados de la UNRWA, muchos afincados en Jordania porque Israel ya no les ha renovado el visado, recuerdan que incluso antes de esta nueva situación ya había cerca de 2.000 alumnos palestinos con dificultad para encontrar escuelas en Jerusalén Este.

272 millones de niños sin escolarizar en el mundo

La situación de Palestina es la más urgente, pero son millones los niños y niñas que han tenido complicada esta vuelta al cole también en otras partes del mundo. Muchos directamente no pueden hacerlo, como recuerda la campaña ‘La Silla Roja’, de la ONG Entreculturas. “En todo el mundo hay en este momento 754 millones de personas mayores de 15 años que no saben leer ni escribir, y dos tercios de ellas son mujeres”, señala su responsable de incidencia política Lucía Rodríguez.

Hoy en día, 272 millones de niños y niñas en todo el mundo están sin escolarizar, señala Rodríguez. “Los países, los gobiernos del mundo, se han comprometido a reducir en 165 millones el número de niños sin escolarizar en los próximos cinco años. Pero eso querrá decir que, en el mejor de los casos, en 2030 habrá 107 millones de niños y niñas en el mundo que seguirán sin haber pisado nunca una escuela”, denuncia. Los afectados son fundamentalmente menores pertenecientes a etnias e indígenas minoritarias, que viven en zonas de conflicto o en zonas rurales muy apartadas.

“La exclusión tiene unas características muy determinadas, que son pobreza, etnia a la que perteneces o género”, subraya Rodríguez. Aunque, por ejemplo, se ha alcanzado un nivel “muy aceptable” de paridad en el acceso de las niñas y los niños en educación primaria, a medida que vamos escalando en las etapas educativas, las niñas se van descolgando del sistema, un fenómeno que se repite en los países más empobrecidos y en el sur global.

La buena noticia es que hemos avanzado mucho en la educación técnico profesional y en la educación preescolar, celebra Rodríguez. “Es posible que al llegar a 2030 haya un 95% de participación de niños menores de seis años en centros educativos”. Y, en África subsahariana, los pronósticos son alentadores. Allí, en la última década, “el número de jóvenes entre 15 y 24 años que están matriculados en Formación Profesional ha pasado del cinco al 12%”.