Junco, mejor que acero
La ultraderecha latinoamericana no actúa como el junco, que se adapta a lo nuevo para integrarlo, opera como el acero, en modo rígido

Madrid
Bien por Argentina y Brasil: esta semana, ambos gigantes latinoamericanos han registrado sendos fiascos de la ultraderecha.
La derrota de Javier Milei en las elecciones locales de Buenos Aires fue espectacular: 13 puntos de ventajas de sus rivales peronistas. Ese resultado promete hacer más reñidas las legislativas del 26 de octubre. Igualmente, la condena judicial a 27 años de prisión y detención del anterior gobernante, el ultra Jair Bolsonaro, por golpismo para impedir su relevo por Lula, supone un hito. Posiblemente generará efectos contrarios al ascenso de sus correligionarios en otros países.
Y también revela una pauta similar de estos grupos, o al menos de varios de ellos, cuando llegan al poder. A diferencia de los partidos democráticos, no actúan como el junco, que se adapta a lo nuevo para integrarlo y encauzar los nuevos conflictos. Al revés, muchos ultras, elevados al poder fulgurantemente mediante partidos medio improvisados, operan como el acero, en modo rígido: poco sensible para escuchar a quienes discrepan, imponen verticalmente sus recetas, y las mantienen sin cambios contra viento y marea. La ventaja de su fortaleza metálica conlleva una desventaja: cuando empiezan a perder comba, suelen precipitarse rápidamente al vacío.

Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...




