Las bicis
Siempre hay alguien que te quita algo. Te quita la familia, te quita la casa, te quita tu país, te quita la vida, y por eso protesta la gente en la vuelta ciclista. Por Palestina

Barcelona
El temblor del manillar al bajar las escaleras. Bicicleta de suburbio, pandilla de descampado. La BH, la Orbea, la Torrot... Bicicletas a plazos. Los plazos eran promesas que se iban alargando como la bicicleta por entregas en los tebeos de Zipi y Zape. La bici como premio por aprobar todas las asignaturas. Pero con buenas notas. Los ceros tenían pinta de calabaza. ¿Se acuerdan del Un, dos, tres...? Aquella calabaza se llamaba Ruperta. Pero nuestras bicis eran caballos sin nombres lo mismo que el caballo sin nombre de América, aquella canción tranquila como un tren que pasa despacio. Los trenes lentos de entonces han dejado de circular. Ahora son AVES, pero sigue bajo las vías la tierra seca de España. Yo aprobaba en junio todas las asignaturas, y un año Garci estrenó la película Asignatura pendiente. En la hoja de las notas y en la cartelera de espectáculos convivían las dos Españas. La de las asignaturas pendientes y las de las asignaturas recién aprobadas. Frenar en seco y derrapar con la rueda trasera abriendo un semicírculo de tierra en la calle sin asfalto. Hubo un grupo de rock que se llamaba Asfalto, pero en aquellos días nuestras calles no tenían ni eso. El semicírculo que trazaban nuestras bicis callejeras representaba el hemiciclo recién inaugurado de las Cortes democráticas. Con las bicicletas dibujábamos la vida. Levantábamos la rueda de delante para hacer el caballito, y los chicos mayores iban a hacer el caballito del caballo sin nombre. Así, anunciábamos la vida. Siempre había alguien que te robaba el tapón de la válvula. Pocas bicis había en el barrio con pitorro. Siempre hay alguien que te quita algo. Te quita la familia, te quita la casa, te quita tu país, te quita la vida, y por eso protesta la gente en la vuelta ciclista. Por Palestina.




