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Excrecencias del idioma

Si la vida fuera un capítulo de Black Mirror, todo estaría grabado desde la noche de los tiempos

Ignacio Martínez de Pisón: "Excrecencias del idioma"

Madrid

El otro día, en un avión, oí que la megafonía hablaba de... maletas inteligentes. ¿Maletas inteligentes? Quien haya acuñado esa expresión debe de ser el mismo que, hace muchos años, habló por primera vez de guerras intestinas, tos productiva o embarazos psicológicos.

¡Ay, la hermosa lengua castellana, capaz de producir los versos más sublimes de Garcilaso o Juan Ramón y, al mismo tiempo, aberraciones tales como ministro sin cartera o abrótano macho, sin olvidar la mayor de las excrecencias del idioma, la peor de todas, que es... cine familiar! ¿A quién se le ocurriría juntar ese sustantivo y ese adjetivo, que por separado resultan inofensivos, pero que, juntos, solo podían engendrar una monstruosidad?

Si la vida fuera un capítulo de Black Mirror, todo estaría grabado desde la noche de los tiempos y, como quien busca un vocablo en el Diccionario Histórico de la Lengua, podríamos remontarnos hasta el primero que utilizó cualquiera de esas locuciones para exigirle responsabilidades.

Si eso fuera posible, otra cosa que yo haría sería rastrear hasta su origen algunos de esos dichos y expresiones con los que nuestros políticos acostumbran a atacarse unos a otros. Ahí van algunos: te han pillado con el carrito del helado, hacerse trampas al solitario, hacer un brindis al sol, pegarse un tiro en el pie... Señores políticos, si de verdad no pueden dejar pasar un día sin ofenderse unos a otros, eviten repetir como papagayos las frases de su argumentario y, aunque no venga a cuento, cuelen por ahí alguna cita de alguno de nuestros poetas, las doradas colinas, los verdes pinos, las polvorientas encinas, ¿adónde el camino irá?