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Laura Carreira, nuevo emblema del cine social: "Nunca vemos el daño que nos hace el sistema"

La directora portuguesa, con la producción de Ken Loach, sigue la estela del mejor cine social comprometido con 'On falling', una historia que muestra la explotación laboral de las grandes compañías de reparto

Laura Ferreira presentó 'On falling' en el pasado Festival de San Sebastián (Photo by Carlos Alvarez/Getty Images) / Carlos Alvarez

Laura Ferreira presentó 'On falling' en el pasado Festival de San Sebastián (Photo by Carlos Alvarez/Getty Images)

Madrid

La salud mental se ha puesto en el centro del relato social y también de la política; sin embargo, rara vez se va a las causas, a las consecuencias. Estrés, insomnio, depresión, ansiedad, etc. Son algunos de los síntomas, cada vez más comunes, de jóvenes y adultos, hombres y mujeres, a consecuencia, la mayoría de las veces, del nivel de vida, de las exigencias de productividad y la de la precariedad en la que vivimos. Vidas precarias que solo trabajan, producen y consumen lo poco que pueden. Lo contaba Isaac Rosa en Las buenas noches, un libro que habla del insomnio como uno de los grandes problemas de nuestro tiempo, provocado por ese nivel de vida que ha impuesto el neocapitalismo y que no conseguimos evitar. La salud mental está también en On Falling, la brillante ópera prima de Laura Carreira, que cuenta la alienación laboral y vital de su protagonista, una joven que vive para trabajar.

“En mis cortos, ya había investigado el trabajo, la economía sumergida, el trabajo precario y la vulnerabilidad financiera. Sentía que aún quedaba mucho por decir. En On Falling he ido más allá, porque empecé a leer mucho sobre centros logísticos, que estás plagado de trabajo precario”, nos contaba hace justo un año en el Festival de San Sebastián, donde ganó la Concha de Plata a la mejor dirección. “Me pareció un trabajo muy interesante, sobre todo en este momento donde nos hablan de todos estos avances tecnológicos y de la rapidez con la que nos llegan los paquetes, pero luego ves cómo tienen que trabajar los empleados para que ese paquete nos llegue de manera tan inmediata a casa. Hay un trabajo oculto humano que no vemos”, insiste Carreira.

La protagonista es una joven portuguesa que, como tantos ciudadanos del sur de Europa, se mudaron a Reino Unido tras la crisis económica de 2008. Ser extranjera en un lugar frío y extraño aislar todavía más al personaje, que debe adecuarse al idioma, a las expectativas y a las costumbres, sin conocer a nadie en esa ciudad, sin tener lazos familiares o amistades. Algo que la propia autora vivió. “Podía contar esa historia, porque me mudé a Escocia a los 18 años. Allí conseguí mi primer trabajo. Y creo que también había mucho de ese período que quería incorporar a la película. Fue un periodo que me marcó mucho”, recuerda esta joven cineasta que ha rodado una película seca, donde el melodrama desaparece, pero donde no todo es tan trágico.

“No quería una película demasiado negativa, sino mostrar a la gente lo más amable y cariñosa posible. No creo que tengamos el tiempo ni la oportunidad de cuidarnos de verdad. De hecho, el trabajo es tan transitorio que ni siquiera saben los nombres de sus compañeros de trabajo. Había esa sensación de querer protegerse. Entre las entrevistas que hice para documentarme, muchos me decían que no valía la pena conocer a alguien, hacer el esfuerzo, porque enseguida se iba a largar de allí. Además, el trabajo es tan exigente físicamente que creo que la gente está muy cansada para nada más”. Ese cansancio emerge de cada plano, incluso de esa cámara al hombro que la directora usa y que, a veces, recuerda al cine de los Dardenne. “Quería mostrar cómo puedes seguir sintiendo esa fuerza del capitalismo sin vivir algo que es sumamente brutal. Me pareció más agradable contar esta historia de una manera más matizada. Ella va a trabajar, tiene una casa, pero luego vemos las pequeñas cosas que la están debilitando. Es así como vivimos. Nunca vemos tan fácil el daño que nos hace el sistema, es mucho más astuto que eso. No es tan dramático porque no lo percibimos así”.

La cámara sigue a la protagonista, una fantástica Joana Santos, de camino al trabajo de madrugada, y por los pasillos de ese almacén donde compañías como Amazon guardan sus artículos para ser repartidos. La rapidez para encontrarlos es la clave. También seguimos a la trabajadora en su vuelta a casa, al piso compartido que no tiene ni salón, solo cocina, baño y habitaciones, lo que aísla más a los inquilinos. “Cuando me mudé a Edimburgo tuve que compartir piso con mucha gente, eran españoles, polacos, griegos. Había de todo tipo de nacionalidades. A veces, era genial, pero la mayoría del tiempo era bastante agobiante. Nos dimos cuenta de que no teníamos suficiente espacio para vivir juntos, porque no suele haber salas de estar, ya que los caseros usan los salones como otra habitación para sacar más dinero en el alquiler. No hay espacio colectivo y eso evita la convivencia y el crear vínculos”. En su caso era en tiempos de estudiante, pero eso ocurre también con los trabajadores. “Hay mucha gente que no puede permitirse tener su propio piso, así que acaban alquilando una habitación. No es una elección”, deja claro la directora que aborda también el problema inquietante de la vivienda que nos resuena demasiado familiar.

Todo eso, ligado al clima, hacen que la protagonista no sepa cómo vivir. Lo que nos lleva a la enfermedad mental. “Muchas de nuestras ansiedades, e incluso la depresión, se atribuyen a cada individuo. Nos dicen que tomemos una pastilla, vayamos a terapia o que busquemos una solución. Nos aíslan y nos hacen sentir culpables. No es verdad. Gran parte de nuestro sufrimiento proviene de nuestra forma de vida. Y no creo que tengamos mucha libertad de elección. No estamos mirando las verdaderas causas de la salud mental”, indica la directora.

La película está producida por Ken Loach, cineasta británico que a través de su cine ha retratado desde los setenta las penurias y los problemas de la clase obrera. La alienación de esta protagonista se suma a la alienación de las generaciones anteriores, en el campo, en las fábricas, en la hostelería o incluso en las oficinas de una multinacional. Ken Loach tiene heredera. “Creo que lo que pasa en el cine que se hace hoy, que las películas hablan más del personaje, de su introspección, de lo que le pasa, y eso es bastante individualista si lo piensas. No puedes olvidar el contexto en el que ese personaje vive”, nos cuenta sobre qué tiene su cine en común con el de esa generación de autores para quienes la denuncia de los males del capitalismo era esencial. Una tradición, la del cine social europeo, a la que dice pertenecer. “Estoy muy influenciada por Ken Loach, por los hermanos Dardenne, no tengo ningún problema en decir que pertenezco a esa familia del cine social, es más, quiero contribuir a ello”. Bienvenida sea.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 

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