La kale rosario

Hoy, en la presunta guerra cultural dicen que manifestarse en la vuelta ciclista es hacer kale borroka. Lo dicen los mismos que cortan las calles con crucifijos y banderas de España.

La píldora de Andújar | La kale rosario

Barcelona

Antes de empezar el curso, había que forrar los libros de texto. Las tijeras de coser en la mesa del comedor. La regla de treinta centímetros. El lapicero para marcar. Existían dos maneras de marcar. La de los carpinteros y la de las modistas. Los carpinteros marcaban con un lápiz, que era azul por una punta y roja por la otra. Ese lápiz nos enseñaba que los extremos nunca se tocan. En el lápiz del carpintero, estaban las dos Españas. Por eso, nuestra historia se reduce a un montón de serrín. Cuando cosía, mi madre hacía las marcas con el yeso de las costureras. Porque vivíamos en las costuras de la Historia. En concreto, en la parte de la Historia que los que mandaban habían reducido a serrín. Aquellas rayas del yeso en la ropa eran la escritura cuneiforme con la que nació nuestra civilización. Sabiendo coser y sabiendo serrar, quizá no se funde una nación, pero se saca adelante una aldea. Impaciente por descubrir el misterio de cada libro, yo cortaba un plástico de forrar que al final ha contaminado los mares. Pero lo hacíamos para proteger la cultura. Forraba los libros con plástico de bolsas usadas. No eran las hojas de plástico duro que vendían en las papelerías. Y luego, las fijaba con pedazos de celo, que no había manera de despegar del rollo. Después vino el plástico adhesivo. Pero dejaba ampollas en las tapas como las de las víctimas de la guerra del Vietnam. La guerra siempre es de verdad. Todas la guerras que matan gente son de verdad. Por eso es hipócrita hablar de guerra cultural. Eurovisión no es cultura, es pizza por Glovo. Hoy, en la presunta guerra cultural dicen que manifestarse en la vuelta ciclista es hacer kale borroka. Lo dicen los mismos que cortan las calles con crucifijos y banderas de España. Su guerra cultural es hacer kale rosario.