Lo inhumano
Mala palabra, humanidad. Significa demasiadas cosas. En alguna de sus acepciones se refiere a la compasión, a respetar la vida de los niños, a la repulsión frente a la tortura, al rechazo a las matanzas indiscriminadas. En la paz y en la guerra.

Barcelona
Hay quien defiende lo que hace Israel, haga lo que haga. Y puedo comprender a esas personas. Consideran que los israelíes, Benyamin Netanyahu incluido, son “los nuestros”, una avanzadilla del mundo occidental que lucha en primera línea contra el enemigo islamista. Comprendo a esas personas. Comprendo sus argumentos.
También puedo comprender que hace muchos, muchos años, en un pasado tan lejano y tan parecido al presente, hubiera en el mundo personas que, sin ser nazis (perdonen que utilice la palabra), deseaban que las tropas alemanas acabaran con Stalin y el comunismo. Esas personas pensaban que el comunismo amenazaba de muerte a la civilización occidental. Veían aquel combate como una cuestión geoestratégica y, sobre todo, moral: contra los soviéticos valía todo.
Hoy se invoca de nuevo la cuestión moral. Libertad contra barbarie. La pequeña democracia rodeada de enemigos por todas partes. El horror de Hamás. El peligro islamista. Si pierde Israel, dice un señor agrio que se dejó el bigote en Irak, perdemos todos. Incluso sabiendo, como sé, que hay grandes falsedades en esos argumentos, los comprendo. Conozco Gaza. Sé, igual que todos ustedes, cómo las gasta Hamás.
Acepto olvidar quién es el invasor y quién es el invadido. Quién oprime y quién es oprimido. Acepto olvidar el creciente fanatismo de la sociedad israelí. Comprendo a quienes están con Netanyahu porque forma parte de su universo ideológico.
Lo que no entiendo de esta gente es la falta de humanidad. Mala palabra, humanidad. Significa demasiadas cosas. En alguna de sus acepciones se refiere a la compasión, a respetar la vida de los niños, a la repulsión frente a la tortura, al rechazo a las matanzas indiscriminadas. En la paz y en la guerra. Quizá la mejor forma de captar lo humano sea darle la vuelta a la palabra y usar su antónimo: inhumano. Nunca podré entender a quienes dicen defender una cierta idea de la humanidad por la vía más espantosamente inhumana.
Me llamo Enric González. Les deseo un feliz sábado.




