Alauda Ruiz De Azúa y la historia de una adolescente que quiere ser monja: "Nos empeñamos en mantener la familia como institución y, a veces, no es un refugio"
La directora de 'Cinco Lobitos' y 'Querer' compite por la Concha de Oro en San Sebastián con 'Los Domingos', el retrato de una adolescente que quiere meterse a monja

San Sebastián
En los últimos tres años, Alauda Ruiz de Azúa se ha convertido en una de las autoras de referencia del audiovisual español. Con su ópera prima, presentada en Berlín y gran triunfadora de Málaga, indagó en la maternidad y en la generación precaria a la que se le juntaban los cuidados de los hijos con los de los padres.
Con Querer, la serie de Movistar Plus+ que arrasó el año pasado, diseccionó la violencia sexual dentro del matrimonio con un ejercicio de austeridad y contención imponente. Y ahora, con Los domingos, su nueva película que compite por la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, la directora vuelva a indagar en las dinámicas familiares a través de la historia de una adolescente que ha tenido un flechazo con Dios y quiere meterse a monja de clausura.
Esta premisa le sirve a Alauda Ruiz de Azúa para componer un drama sobre la fragilidad de los lazos familiares, las herencias, la educación y la persuasión de la religión en el que examina cada movimiento del entorno de esa joven ante una decisión tan drástica en estos tiempos. Un relato tan medido y preciso que invita a debatir y reflexionar sobre la tolerancia y el qué haríamos en esa situación. La debutante Blanca Soroa es la gran revelación de esta película junto a grandes intérpretes como Patricia López Arnáiz, la tía vehemente que lucha para quitarle esa idea de la cabeza, Miguel Garcés, un padre viudo y con deudas que no sabe gestionar la situación ni leer emocionalmente el momento, y la monja que encarna Nagore Aranburu.
¿De dónde surge la idea de Los Domingos?
Viene de largo. Tenía 20 años y asistí a una historia de una vocación religiosa, y en ese momento me pareció, desde mi juventud, muy fascinante. Yo venía de una educación laica y, de repente, ver a alguien tan joven que quería renunciar a todo, al menos así lo veía yo, me interesó. Era algo complejo, yo ni siquiera sabía si haría o no películas y eso quedó ahí.
Después de rodar Cinco Lobitos, me preguntaron los productores si tenía algún tema que me interesase. Les conté que el tema de la vocación religiosa siempre me ha interesado mucho, porque tiene como de misterio y además ahora veo como que podría contarlo desde la familia y qué consecuencias genera en la época actual. Empezó una conversación y me di cuenta de que cada uno teníamos diferentes perfiles de educación, de relaciones con lo religioso, pero que generaba debate y ese fue el germen del proyecto.
¿Cómo ha sido la investigación o tu debate interno a la hora de tomar decisiones como la edad de la protagonista, 17 años, o la procedencia, o las motivaciones?
Hay muchas decisiones que vienen de una documentación y de una investigación, de entrar en contacto con esa realidad de las vocaciones religiosas actuales. Yo me encontré como con dos perfiles, el perfil de religiosa que viene más de Latinoamérica y de África y, luego, en España, que no es un fenómeno mayoritario ni mucho menos, pero que se daba en chicas más jóvenes, solían ser muy jóvenes, que habían terminado el colegio. Había algo en esa juventud que también era muy fascinante. Y también te desarmaba mucho, porque alguien tan joven que va a empezar a vivir y, de repente, toma una decisión así.
Yo pensé que me iba a encontrar relatos que tenían que ver más con la misericordia, la compasión. Sin embargo, ellas hacían el relato desde el amor, que sentían un amor increíble y absoluto y entonces no tenía sentido esperar. Eso me dio las claves, porque tiene que ver con la adolescencia, con alguien que empieza a vivir de una manera muy intensa, pero al que también le falta experiencia vital. Hay una capa de la película que yo creo que habla de la necesidad de amor y como esa necesidad te puede llevar a sitios inesperados a veces.
Esa necesidad de amor viene también de las dinámicas de la propia familia, algo que ya has analizado en tu cine, tanto en Cinco Lobitos, como en la serie Querer. Aquí tenemos a otra familia diferente, donde entra además el duelo como un tema que divide o condiciona a los miembros de la familia, ¿por qué?
La familia me interesaba como ángulo, porque es algo que debería de ser un refugio, pero a veces no lo es. Y también siento como que ponemos mucho empeño en mantener las familias como institución, les damos muchísimo valor y no son siempre ese sitio cálido que te recoge y que te apoya y te guía. Estas chicas, de alguna manera, lo que hacen es irse a otra familia, incluso su propio lenguaje tiene esas referencias. Hablan de hermanas, de familia, etc.
También había algo más poético, y es que todos hacemos apuestas de fe, incluso los no creyentes. Apostamos por una pareja, por una familia o por sostener según qué cosas. Lo vemos en esta familia que se calla muchas cosas solo para seguir comiendo justos todos los domingos en paz. Todos necesitamos creer en algo y hacemos apuestas de fe. Había un juego de espejos que me interesaba en ese concepto.
¿En qué momento entra la idea del duelo?
Yo intentaba construir la tensión de la película en torno a una gran pregunta, cómo podemos saber que una vocación religiosa es genuina o es auténtica, cómo se construye. Ese mundo adulto que vemos en la película está acompañando o está empujando. No solo el mundo adulto familiar, sino también el mundo adulto religioso. Para todo eso era interesante que el personaje tuviera alguna vulnerabilidad, podía ser un adolescente empezando a vivir como adulta, pero que tenía una herida previa y había tenido que lidiar con algo como una pérdida a una edad muy joven.
Entre esos mundos que empujan están las monjas, los directores espirituales de los colegios privados o concertados, y la tía que tira para el lado contrario, ¿por qué ese personaje que a veces parece la villana?
No creo que sea la villana. Al revés, el personaje de la tía, que interpreta Patricia López Arnáiz, da gusto verlo. Creo que se pasa de frenada por frustración, porque es muy frustrante cuando te encuentras con ese muro de alguien que te dice que siente una cosa y no le puedes decir que lo que siente no es real. Patricia defiende ese personaje que siempre se escribió desde el amor. Creo que es de los pocos personajes en la película que actúan desde un amor muy genuino. Lo que pasa que tiene mucho carácter y lo termina sacando. Para mí era interesante que todos los puntos de vista se sintieran muy fuertes en su argumentario intelectual y emocional, y que fuera riguroso también con la realidad religiosa que ya había investigado.
De ahí viene esa tensión, que es una invitación para el espectador, para que juzgue. Pero los momentos que están elegidos en la película no son casuales. Tanto los momentos familiares, como los momentos de proceso de discernimiento religioso tienen algo tenso o incómodo, algo que te puedes preguntar cómo juzgo yo esto, ante lo que estoy teniendo sensaciones encontradas. Eso puede abrir una conversación más profunda, que no sea a favor o en contra. Todo el mundo va a llegar con una mochila a la película, con la mochila de su educación, de sus creencias, eso lo tengo claro.
Y en esa defensa de lo que uno piensa, no sé si la vehemencia en algo al final acaba siendo un error táctico, como ocurre con el personaje de Patricia López Arnáiz.
Hablamos mucho también sobre eso que pasa cuando veces te planteas si quieres tener razón o ser feliz, o sea, si quieres tener razón o salvar algo que quieres mucho. Luego también hay algo de la película que invita a hablar sobre la tolerancia real y genuina. Es muy difícil. Nos creemos muy tolerantes, pero cuando ocurre en casa, esa tolerancia ya es menos. Lo que plantea la película es que si no vas a tolerar todo, al menos tiene que entender muy bien por qué no lo vas a hacer.
Hablabas de documentación, para marcar el tono, la forma de hablar del cura y las monjas, viniendo, como explicabas, de un entorno laico, ¿cómo lo has hecho?
Bueno, me dio la directora Elena López Riera un consejo muy bonito y muy sabio, que no contara los trucos. Pero sí he intentado ser muy rigurosa, porque no quería fantasear, ni satirizar, ni hacer un esperpento. Me parece que la realidad ya era lo suficientemente interesante como para hacer la película.
Mencionábamos a Patricia López Arnáiz que es una actriz estupenda y con mucho bagaje, pero quizá el reto era esa joven actriz, Blanca Soroa, que debuta en Los Domingos, ¿cómo ha sido encajar a todos los actores? ¿Ha habido algún tipo de dinámica especial en los ensayos?
No hago cosas muy especiales. No soy muy de improvisaciones o de que pasen tiempo juntos los actores. Me he dado cuenta de que si hay algo en lo que sí que pongo mucha energía es en escuchar, escuchar muchísimo lo que siento cuando veo los ensayos, lo que siento en las conversaciones cuando hablo con ellos. Una escucha honesta.
Esta película no solo tenía la dificultad de crear a una familia que viene de muchos sitios, sino crear un coro y una comunidad religiosa. Cada cosa con sus códigos, los, la familia y el mundo religioso tienen un lenguaje, un ritmo. Blanca ha sido un descubrimiento. Es lo primero que hace en la vida, que es increíble, porque la he visto crecer y crecer, crecer en el rodaje y además creo que ha hecho una cosa muy difícil porque no era solo interpretar a una chica de 17 años, sino a una chica de 17 años que tiene una dimensión espiritual y que siente que habla con Dios.
En Cinco Lobitos abres un debate que existía, pero al que no se le había dado foco, como son los cuidados y el reparto de tareas. En Querer la violación dentro del matrimonio. En Los Domingos de nuevo te acercas a un debate que existe, pero al que se ha mirado poco. Esa idea de abrir debates de lo cotidiano, ¿es algo que te interese como directora?
Ha sido todo más como un aprendizaje. Ya en Querer me di cuenta de que me siento mucho más cómoda, más fuerte, más creativa cuando estoy en un terreno en el que tengo más preguntas que respuestas. Yo no tengo las cosas claras y creo que hay mucha gente así. Me interesan esos debates, no solo el debate intelectual o ético, sino también cómo se mezcla con lo afectivo, que es donde me parece que el cine puede empezar a plantear los dilemas intelectuales. Siempre está la vida. Por eso son difíciles estas cuestiones, porque se mezclan con lo afectivo, con lo educacional, con el momento que estés pasando, que es más difícil de navegar.




