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Bill Murray, el actor imprevisible

Acaba de cumplir 75 años y le llevamos viendo en el cine y en la televisión desde los años 70 del siglo pasado

Bill Murray presenta La trama fenicia en la 78th edición del Festival de Cine de Cannes (Photo by Max Cisotti/Dave Benett/WireImage) / Dave Benett

Bill Murray presenta La trama fenicia en la 78th edición del Festival de Cine de Cannes (Photo by Max Cisotti/Dave Benett/WireImage)

Cara rugosa, nariz de porra, pelo rizado y gesto adusto. Un rostro habitualmente serio, pero que a la vez parece estar siempre de guasa y que invita inmediatamente a sonreír. Aunque también domina los roles dramáticos, Bill Murray se ha convertido en uno de los actores de comedia más reconocidos del cine americano. Sus personajes siempre tienen un toque de cinismo y amargura que él ha convertido en su marca de fábrica. Luego está ese estilo de interpretación minimalista que él explica diciendo que, en su caso, “viene del deterioro de mis habilidades. Así que cada vez voy a poder dar menos”, afirma con ironía.

Bill Murray tiene fama de ser un poco borde con la prensa y de ser un tanto problemático en los rodajes. Durante gran parte de su vida ha tenido problemas con el alcohol y nunca ha destacado precisamente por su buena conducta. De pequeño le echaron de los Boy Scouts y de varios colegios. Era un as en los deportes, pero su falta de disciplina truncaba todos sus proyectos deportivos. Se matriculó en la Facultad de Medicina, pero le expulsaron de la Universidad cuando fue arrestado al intentar pasar cierta cantidad de marihuana en un aeropuerto. Aquel incidente acabó con su plan de ser médico, pero indirectamente le abrió las puertas del mundo del espectáculo. Sin trabajo y sin poder estudiar, Bill Murray se dedicó a ver teatro. “Tuve la suerte de que mi hermano Brian formaba parte de una compañía teatral, Second City, y yo iba a verle actuar junto a otros jóvenes que también estaban allí como Harold Ramis o John Belushi. Viéndolos a ellos fue como me decidí a intentarlo yo también”, recuerda.

Second City era una compañía especializada en teatro de improvisación. Luego hizo radio con Dan Aykroyd y John Belushi y en 1977 le llamaron para trabajar en uno de los programas de humor más conocidos de la televisión americana: El Saturday Night Live. “Allí había otro grupo de actores que no solo actuaba, sino que eran guionistas de sus propios gags. Y aquello fue una excelente educación secundaria en comedia. Cinco años como los que pasé en Saturday Night Live te permitían hacer cualquier cosa, porque aprendí muchísimo”, reconoce siempre.

Gracias al Saturday Night Live, cantera de famosos cómicos norteamericanos, Murray se convirtió en un rostro conocido y comenzó a aparecer en el cine. Le vimos, por ejemplo, en Los incorregibles albóndigas haciendo de un demencial director de campamento. Las comedias disparatadas como ésta y otras como El club de los chalados o El pelotón chiflado fueron al principio su especialidad, pero pronto empezó a aparecer también en comedias más formales y de mayor presupuesto. Fue por ejemplo el compañero de piso de un travestido Dustin Hoffman en Tootsie. Y en 1983 recibió la llamada que cambiaría definitivamente su vida. Los cazafantasmas se convirtió en la comedia más taquillera de la década de los 80. Bill Murray se frotaba las manos pensando que era ya una gran estrella. Quiso entonces dejar el humor y hacer algún papel dramático como el de la película El filo de la navaja, pero no lo consiguió. La película fue un fracaso. Al público no le gustó verle en plan serio. Bill Murray pasó entonces un par de años en los que las ofertas de trabajo escaseaban. Al final el actor claudicó. Volvió a la comedia e hizo Cazafantasmas II o Los fantasmas atacan al jefe.

En 1993 volvió a triunfar con otro de sus papeles más recordados. En Atrapado en el tiempo, Murray interpretaba a un periodista encerrado en un bucle temporal. A partir de entonces se dedicó a combinar los papeles humorísticos con otros más personales y dramáticos. Películas comerciales como Los Ángeles de Charlie con otras más artísticas y de calidad como Ed Wood, dirigida por Tim Burton.

Otro momento importante en su carrera llegó en 2003. “Llevaba tiempo deseando hacer algo romántico y entonces Sofía Coppola me ofreció Lost in traslation que era una historia que hablaba del amor. Aunque no mostraba un romance con Scarlett Johansson mi personaje y el suyo estaban tremendamente enamorados y la película giraba en torno al amor”, explica. En Lost in traslation Bill Murray y Scarlett Johanson interpretaban a dos americanos alojados en un hotel de Tokio a los que la soledad y sus respectivas crisis personales acababan uniendo. Por su actuación en esta película Murray ganó el Globo de Oro y fue nominado al Oscar. Era el favorito en todas las quinielas para llevarse la estatuilla, pero al final ésta la ganó Sean Penn por su trabajo en Mystic River y Bill se quedó con un palmo de narices. “Realmente creía que tenía muchas posibilidades de ganarlo. Y me quedé sorprendido. No me enfadé ni nada de eso, solo fue como si dijera: “¿Qué ha pasado?”. Pero bueno, la Academia hace estas cosas divertidas a veces”, recordaba resignado.

A pesar de la decepción aquello no afectó a su carrera porque enseguida llegó otra de sus mejores películas, Flores rotas, a las órdenes de Jim Jarmusch y en la que interpretaba a un mujeriego que visitaba a todas sus antiguas novias para averiguar cuál de ellas le había escrito una carta informándole de que era padre de un hijo.

Desde que en 1998 hiciera un papel en la película Academia Rushmore, Bill Murray se ha convertido también en uno de los actores fetiche de Wes Anderson, participando en todas las películas del director excepto Asteroid City. Títulos como Los Tenembaums, Viaje a Darjeling, Moonrise Kingdom, El gran hotel Budapest o Life acuatic. La última película hasta la fecha del actor es precisamente la última de Wes Anderson, La trama fenicia. “Es muy divertido. Nos hemos hecho grandes amigos y le quiero mucho. Es alguien que ha hecho del hacer películas su vida”, explica sobre su relación.

Además de sus trabajos con Wes Anderson, en los últimos años hemos visto a Bill Murray en todo tipo de películas: dirigido por George Clooney en The Monuments men, películas indies como St. Vincent o de nuevo con Sofía Coppola en On the rocks; cine de superhéroes como Ant-man y la avispa; remakes y secuelas de Los cazafantasmas o películas de zombies como Zombieland o Los muertos no mueren, otra vez a las órdenes de Jim Jarmusch.

Bill Murray acaba de cumplir 75 años y, por el momento, el actor no tiene ninguna intención de jubilarse de su oficio. “No creo que pueda dejarlo porque realmente amo lo que hago. Me encanta actuar y es actuando cuando doy lo mejor que hay en mí, cuando muestro mi mejor cara como ser humano. Adoro la mentalidad de gitanos que hay en el negocio del cine. Ir de un lado a otro con un grupo de personas con las que intimas mucho durante un par de meses y luego quizá no vuelvas a ver”, concluye.

 

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