Nerea Pérez de las Heras, desde el festival de San Sebastián: "Es un gran escaparate de rechazo frontal a lo que está haciendo Israel"
Me molesta cuando se habla de politizar los eventos como si fuera algo malo

Íbamos a salir mejores, pero | se tuerce el espíritu de la sección
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
Estoy en el festival haciendo un trabajo que consiste en ver películas y hablar con quien las hace así que imagínate qué sueño dorado. Tengo que decir que se tuerce el espíritu de la sección, porque veo a todo el mundo con bastante voluntad de salir mejores.
Se ve al pasear por Donosti, dentro y fuera de la alfombra roja, muchísimo distintivo en contra del genocidio. El consenso es tan unánime que borra una de las fronteras más férreas que es la que hay entre celebridades y personas anónimas. Y que este sea el tema central del festival no solo no ensombrece, ni le quita protagonismo a lo que se está celebrando aquí que es el cine, sino que lo enriquece. Me molesta cuando se habla de politizar los eventos como si fuera algo malo. Quizá es porque no se entiende, o a ciertas personas no les interesa que se entienda la política como algo mucho más grande que los partidos políticos. La política tiene que ver con la idea de espacio compartido, con la idea de distribución justa del poder, con la organización de mucha gente distinta para llegar a acuerdos o para no llegar jamás a acuerdos y convivir igual. Muy pocas veces se llega a consensos unánimes. Bueno pues creo que esta es una de estas veces. Lo que estoy viendo aquí es un gran escaparate de rechazo frontal a lo que está haciendo Israel sobre la población de Palestina y tiene lógica que sea justo en un festival de cine, en otro.
Podemos conocer los datos pero siempre nos resuenan más los relatos, la identificación con lo que vemos en la pantalla es poderosísima. Aunque esto sea una cursilada, lo hayamos dicho 3.000 veces, es una verdad como un templo. A alguien que ha visto La lista de Schindler, Grita libertad, La pelota vasca o 12 años de esclavitud, que ha empatizado con desastres humanos como el apartheid o el holocausto a través de historias como estas es mucho más difícil manipularle, decirle que lo que sucede en Gaza: exterminio y colonización a tiempo real, es muy complicado, que le pilla lejos, que no hay que politizarlo todo, que se desentienda. El cine es una máquina de crear empatía, es como un gimnasio para la conciencia. ¿Cómo no va a ser este un festival de cine el lugar donde nuestro sentido de la justicia se encuentre a gusto para revelarse? Ya habría que superar esa pregunta garrula y tramposa de qué tendrá que ver la cultura con la política, porque la respuesta es: todo.




