Las tablas astronómicas de Alfonso X El Sabio que marcaron el conocimiento europeo durante tres siglos

Durante siglos, el conocimiento astronómico en Europa estuvo marcado por un conjunto de cálculos y observaciones reunidos en las llamadas Tablas Alfonsíes, elaboradas bajo el impulso de Alfonso X El Sabio en el siglo XIII. Estas tablas no solo fueron una referencia científica, sino también un puente entre la astronomía y la astrología, en una época en la que ambas disciplinas convivían estrechamente.

Alfonso X no necesitó telescopios ni observatorios como los que imaginamos hoy. Lo esencial entonces era la capacidad de medir ángulos con precisión, una técnica heredada de los griegos y perfeccionada por los sabios del mundo árabe. La geometría era la clave: medir el cielo sin necesidad de verlo directamente, solo con instrumentos que permitieran calcular posiciones y movimientos celestes.

Las Tablas Alfonsíes se convirtieron en el referente astronómico en Europa durante más de tres siglos. Aunque desaparecieron de los reinos hispánicos, llegaron a París y desde allí se difundieron por todo el continente, hasta regresar a Salamanca en tiempos de Abraham Zacut, uno de los grandes astrónomos del siglo XV.

Zacut no solo estudió las tablas alfonsinas, sino que las perfeccionó. Entre sus aportaciones más destacadas está la medición precisa de la precesión de los equinoccios, un movimiento lento de la Tierra que modifica la posición de las estrellas en el firmamento a lo largo de miles de años. Gracias a estos cálculos, hoy sabemos que la estrella polar que guía el norte cambia con el tiempo: en el antiguo Egipto era Tubán, hoy es Polaris, y en el futuro será Vega.

El legado de Alfonso X y de Zacut demuestra cómo la ciencia, incluso en sus formas más rudimentarias, puede trascender siglos y fronteras. Sus tablas no solo fueron un hito en la historia de la astronomía, sino también un ejemplo de cómo el conocimiento se construye sobre la observación, la geometría y la transmisión cultural.