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"Buena parte del presupuesto se fue en sobornos y regalos a los funcionarios": la joya del cine que no habría visto la luz sin las mordidas

Uno de los escenarios construidos para el rodaje consumió aproximadamente una décima parte del presupuesto total de la película

"Buena parte del presupuesto se fue en sobornos y regalos a los funcionarios": la joya del cine que no habría visto la luz sin las mordidas

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El rodaje de El hombre que pudo reinar (1975), dirigida por John Huston, fue tan épico como la historia que cuenta. Basada en un relato corto de Rudyard Kipling, la película narra la aventura de dos exsoldados británicos que deciden conquistar el mítico reino de Kafiristán. Pero antes de llegar a la pantalla, el proyecto atravesó un auténtico vía crucis de más de veinte años.

Huston quiso rodarla desde los años 50, primero con Humphrey Bogart y Clark Gable, luego con Burt Lancaster y Kirk Douglas, y más tarde con Paul Newman y Robert Redford. Fue Newman quien sugirió que los papeles debían interpretarlos actores británicos, lo que llevó a la elección definitiva de Sean Connery y Michael Caine.

El rodaje se llevó a cabo en Marruecos, en las montañas del Atlas, donde Huston recreó la tierra prometida de Kafiristán. Allí se enfrentó a una realidad cultural compleja: más de 2.000 bereberes fueron contratados como extras, pero las tradiciones locales impedían filmar a las mujeres. Huston tuvo que negociar con los hombres para que permitieran que sus esposas aparecieran en pantalla, algo que solo se logró tras largas conversaciones y, en muchos casos, sobornos.

La producción se convirtió en una torre de Babel. Las órdenes del director se traducían del inglés al francés, del francés al árabe y del árabe al bereber. A menudo, no servía de nada explicarles qué hacer; solo se podía confiar en que entendieran la escena y la improvisaran.

Buena parte del presupuesto se evaporó en sobornos y regalos a funcionarios que ponían trabas administrativas. Cada vez que llegaba una partida de película virgen a la aduana marroquí, Huston tenía que negociar bajo cuerda. “Distinto país, distintas costumbres, no debemos tener prejuicios”, decía el director, justificando las mordidas como parte del proceso.

Uno de los decorados más espectaculares fue el de la ciudad-templo, cuya construcción se llevó una décima parte del presupuesto total. El sacerdote que aparece en esa escena fue interpretado por un lugareño de más de cien años que Huston encontró paseando por Marrakech. También participó Shakira Caine, esposa de Michael Caine, sin experiencia previa como actriz.

La película, hoy considerada una obra maestra del cine de aventuras, no solo destaca por su narrativa épica y su crítica al colonialismo, sino por haber sobrevivido a un rodaje que fue, en sí mismo, una odisea. Sin las mordidas, probablemente nunca habría visto la luz.

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Bill Murray, ‘El hombre que pudo reinar’ y Enfermera Ratched

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