¿Debe castigarse la blasfemia?: "Si encarcelamos a quien nos ofende, estaríamos todos en prisión"

Cada 30 de septiembre se celebra el Día Internacional del Derecho a la Blasfemia, una efeméride poco conocida que nació en 2005 impulsada por una organización estadounidense defensora de la razón, la ciencia y los valores humanistas. La fecha coincide con el aniversario de la publicación de las polémicas caricaturas de Mahoma en un periódico danés, que desataron una ola de protestas en países musulmanes y una condena internacional por parte de gobiernos como el estadounidense o el británico, que calificaron el gesto como un "inaceptable incentivo al odio religioso".

En La Ventana, la psicóloga y comunicadora Imane Raissali reflexionó sobre los límites de la libertad de expresión y el papel de la religión en el debate público. "No hay nada intocable ni incuestionable", afirmó. "Las personas tenemos que tener la libertad de hablar con libertad de todo, también de lo sagrado".

Raissali compartió el caso de un activista marroquí condenado a dos años y medio de prisión por publicar en redes una foto con una camiseta que contenía un mensaje considerado ofensivo para el islam. "Es un superviviente de cáncer, con graves problemas de salud, y aún así se le ha denegado varias veces la posibilidad de salir", denunció. Lo más revelador, según ella, fueron los comentarios al vídeo que publicó sobre el caso: "Muchísima gente justificaba la condena, incluso pedía más años de cárcel. Eso te muestra una parte de la sociedad que sigue creyendo que lo suyo es la verdad absoluta".

La psicóloga también recordó que en España hay ejemplos similares, como el juicio al actor Willy Toledo en 2018, impulsado por la asociación Abogados Cristianos. "Aquí también hay colectivos que se sienten intocables", señaló.

Raissali, que ha recibido amenazas por sus reflexiones en redes sociales, confesó que no le compensa exponerse públicamente. "Mi trabajo es otro, pero comunicar es mi única adicción", dijo. "Me gusta hacer preguntas que parecen sencillas pero que implican una reflexión profunda. ¿De dónde vienen nuestras prácticas? ¿Tienen sentido hoy? Muchas veces repetimos cosas sin saber por qué".

Para ella, el debate sobre la blasfemia no es solo jurídico, sino también cultural y emocional. "Hay que aprender a tolerar la frustración y también la ofensa. Si metemos en la cárcel a cualquiera que nos ofende, estaríamos todos en prisión", concluye.