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Muerte y nacimiento de un mito cinematográfico

Se cumplen 70 años del accidente de tráfico en el que murió James Dean

James Dean en una momento de 'Al Este del Edén'

James Dean en una momento de 'Al Este del Edén'

En el otoño de 1955 cientos de personas hacían cola en la calle Ventura de Hollywood. Un empresario había comprado los restos de un coche destrozado y por cincuenta centavos permitía al personal tocar el volante de ese auto en el que había muerto un ídolo. El fallecido era un actor de 24 años que solo había hecho tres películas, dos de las cuales ni siquiera se habían estrenado. No era una estrella. Tan solo una promesa de Hollywood que los productores veían como un nuevo rebelde de tupé rubio y mirada inquietante. A James Dean, en realidad, no le dio tiempo a ser famoso en vida, ni tampoco estrella, tan solo rebelde y de ahí a leyenda.

James Dean fue un personaje complejo dentro y fuera de la pantalla. Era introvertido, pero a la vez exhibicionista. A veces, encantador y otras, insolente. Un inconformista, decían. Quizá por ello consiguió que millones de jóvenes de todo el mundo se identificaran con él. Pero ¿cuánto de todo esto era real o solo una pose? Liz Sheridan, su novia en los tiempos en los que comenzaba su carrera le veía de otra forma. “La gente se empeña en retratarlo como un ser perdido, desesperado y rebelde, pero él no se rebelaba prácticamente contra nada. Le encantaban los niños, la gente mayor, los animales, no paraba de reír. Era muy guapo, pero sobre todo muy divertido”, decía.

La actriz junto a James Dean en una secuencia de la película 'Gigante', en 1956

La actriz junto a James Dean en una secuencia de la película 'Gigante', en 1956

La actriz junto a James Dean en una secuencia de la película 'Gigante', en 1956

La actriz junto a James Dean en una secuencia de la película 'Gigante', en 1956

No obstante, había una sombra negra sobre él que de alguna forma siempre le acompañaba. Dean perdió a su madre cuando tenía solo nueve años. Su padre se sintió incapaz de cuidar de él y le mandó a vivir con unos tíos. El crecer sin una familia propia fue algo que le marcó de por vida. Con 18 años llegó a Nueva York para estudiar interpretación en el famoso Actor’s Studio. Al tiempo que estudiaba hacía algún papelito en el teatro o en la televisión. Pero fue en los dramáticos de televisión donde el joven empezó a llamar la atención. Su forma de actuar resultaba muy novedosa. “Empezó a hacer pruebas para papeles más importantes en dramáticos de televisión como Playhouse y los conseguía porque era muy bueno. Era un actor serio y muy natural y tenía la cualidad de que al verle querías ver más cosas suyas. Le pregunté por su técnica y me dijo: no tienes que aprenderte al pie de la letra tu texto. Si no te lo sabes de memoria tienes que ir buscando las palabras y eso te hace ser más natural. Ese es el truco de la actuación”, contaba uno de sus compañeros, el actor Dick Van Patten, futuro protagonista de la serie Con ocho basta.

En el teatro sus papeles eran cada vez más importantes y fue en una obra titulada El inmoralita donde le vio el director Elia Kazan que enseguida preguntó por él. A Kazan le sonaba su cara del Actor’s Studio donde él daba clases, así que le convocó para un casting. Fue su actitud insolente a la par que desvalida lo que convenció a Kazan para ofrecerle el papel protagonista de la película que estaba preparando. Era Al Este del Edén, una adaptación de la novela de John Steinbeck que trasladaba a la América profunda el eterno conflicto entre Caín y Abel. James Dean interpretaba en ella a un joven atormentado por las preferencias que su padre siempre mostraba hacia su hermano. Al Este del Edén fue la única película que se estrenó antes de la muerte de James Dean y la que le lanzó a la fama, convirtiéndole en una de las jóvenes estrellas de Hollywood.

Antes incluso de que se estrenara Jimmy se metió en el rodaje de su segundo film: Rebelde sin causa, dirigida por Nicholas Ray. De esta película nos ha quedado su imagen característica: Cazadora roja, camiseta blanca, pantalones vaqueros y un aire de rebeldía contra todos y contra todo. La película contaba la historia de unos jóvenes inadaptados que solo entre ellos encontraban la atención y el respeto que echaban en falta en sus hogares. La escena más famosa, la del duelo de coches frente al acantilado, simbolizaba el vacío que vivían esos jóvenes y su falta de apego a la vida. En la vida real a James Dean también le gustaban los coches e incluso participó en algunas carreras de aficionados. Pero los estudios eran tajantes: nada de riesgos durante los rodajes y Jimmy tenía que incorporarse a la filmación de su nueva película, Gigante. Una epopeya sureña de disputas familiares y conflictos de clase, protagonizada por Rock Hudson y Elizabeth Taylor.

En Gigante, dirigida por George Stevens, Rock Hudson era el ganadero dueño de uno de los mayores ranchos de Texas y James Dean uno de sus empleados al que la hermana del terrateniente al morir dejaba en herencia un pequeño terreno. Pero el terreno ocultaba en realidad un yacimiento de petróleo y así el antiguo empleado se convertía en un rival para Rock Hudson. Durante un descanso del rodaje de Gigante, James Dean filmó un anuncio para la televisión sobre seguridad al volante que acabaría siendo premonitorio de lo que pocos días después iba a suceder. “¿Qué velocidad alcanza su coche?”, le preguntaba un periodista. “Unos 200 kilómetros por hora”, contestaba Dean. “¿Tienes algún consejo para los jóvenes conductores?”, inquiría el reportero. “Conduce con calma, puede que la vida que estés salvando sea la mía”, respondía el actor.

En aquellos días un nuevo amor había aparecido en su vida. Era un Porsche de carreras al que había bautizado con el nombre de “Pequeño bastardo”. Y es que, a pesar de lo que decía en el anuncio, a Jimmy le gustaba ir a toda velocidad por el asfalto. Una costumbre que marcaría fatalmente su destino. El 30 de abril de 1955 James Dean decidió conducir el coche hacia la localidad de Salinas para participar en una carrera. Su mecánico le acompañaba como copiloto. A eso de las cinco y media el sol empezaba a ponerse, el color de la carrocería, gris metalizado, se confundía con el color del asfalto. James Dean conducía a más de doscientos por hora. A lo lejos vio un automóvil que venía de frente y frenaba para girar a la izquierda. Sin quitar el pie del acelerador el actor le dijo a su copiloto: “No te preocupes. Ese tipo nos verá”. Fueron sus últimas palabras. El otro conductor no le vio y los dos coches chocaron violentamente.

Photo Researchers

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El agente de tráfico Ronald Nelson fue el encargado de realizar el informe del accidente. “Recibí una llamada a las cinco cincuenta y nueve de la tarde. Un accidente había ocurrido en la carretera 466 en la intersección con la 41. Fue un impacto contra el lateral del coche y resultaron dos personas heridas y una muerta. El nombre de fallecido era James Byron Dean. Tenía el cuello roto. Murió en la ambulancia antes de llegar al hospital”, dijo el agente.

Los teléfonos de los periódicos, hospitales y comisarías de la Costa Oeste empezaron a sonar con histeria. La misma histeria que se apoderó de muchos fans poco tiempo después. La casa de James Dean en Los Ángeles y su apartamento de Nueva York fueron saqueados en busca de recuerdos y en el cementerio hubo que poner vigilantes privados por miedo a que algún admirador robara el cuerpo de Jimmy. Desde los días de Rodolfo Valentino no se recordaba en Hollywood algo parecido.

La Warner, el estudio que produjo Gigante, recibió durante el año siguiente a su muerte más de dos millones de cartas dirigidas al actor fallecido y tuvieron que crear un departamento de secretarias solo para hacerse cargo de su correspondencia. Su amigo, el actor Denis Hopper, resumía con estas palabras lo que muchos sentían. “Su muerte me dejó devastado. No podía creer que alguien con tanto talento como él muriera sin que todo su potencial pudiese ser demostrado”, afirmaba.

Había muerto el actor, pero había nacido el mito. Ya lo dijo el cura que ofició el funeral del actor en su pueblo natal: “Hermanos, la carrera de James Dean no ha terminado. Únicamente empieza y recordadlo, el mismo Dios dirige la producción”.

 

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