El juego de cero jugadores que nos ayuda a entender el origen de la vida
Cómo un experimento matemático de John Conway revela patrones que imitan la evolución, el caos y la permanencia de lo vivo

El juego de cero jugadores que nos ayuda a entender el origen de la vida
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En un tablero infinito, donde cada casilla puede estar viva o muerta, se despliega uno de los experimentos más fascinantes para comprender la complejidad de la vida: el Juego de la Vida. Diseñado por el matemático británico John Conway, este juego no necesita jugadores. Basta con establecer un estado inicial, decidir qué células están vivas, y dejar que las reglas hagan el resto.
Las normas son simples: una célula viva muere si está aislada o si hay sobrepoblación; sobrevive si tiene dos o tres vecinas vivas. Una célula muerta puede "revivir" si está rodeada por exactamente tres células vivas. A partir de ahí, el sistema evoluciona solo, generando patrones que oscilan, se estabilizan, se desplazan o incluso desaparecen.
Laura Toribio, matemática y divulgadora, explicó en Serendipias cómo este juego aparentemente trivial revela comportamientos que recuerdan a los procesos vitales: "Con estas sencillas normas tú dibujas un estado inicial como yo quiera, voy pintando, y ahora ya el juego juega solo. Por eso cero jugadores."
Lo que ocurre después es sorprendente. "Van apareciendo cosas", dijo Toribio. "Patrones que emergen poco a poco y que recuerdan mucho a ciertos escenarios que ocurren en la vida." Algunos se repiten, otros se estabilizan, otros se extinguen. "Hay estructuras que se repiten, otras que se estabilizan, algunas que se extinguen y otras que crecen sin límite. Incluso hay caos."
Uno de los aspectos más fascinantes es que, con solo cuatro reglas básicas, el Juego de la Vida puede simular sistemas complejos, funcionar como un ordenador e incluso ayudar a modelar fenómenos biológicos o informáticos. "Dentro de este juego funciona como un ordenador. Tú puedes programar el juego de la vida dentro del juego de la vida, marcando y desmarcando casillas."
Paradójicamente, el propio Conway no estaba especialmente entusiasmado con su creación. Sin embargo, su legado ha trascendido lo lúdico: el Juego de la Vida se ha convertido en una herramienta para explorar cómo, de la nada y sin intervención externa, puede surgir complejidad, estructura y movimiento.
"La gracia de todo esto es que, con una casilla vacía, tú marcas unas pocas como más o menos te apetece, y de la nada, sin que haya un diseñador, sin que haya unas reglas complejas, sino que son cuatro reglas tontas, surge complejidad."
Una metáfora poderosa para pensar en el origen de la vida. Y todo, sin necesidad de jugadores.
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