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La posverdad y el fin del mundo común: cuando la mentira ya no necesita disfraz

José Carlos Ruiz y Máriam Martínez-Bascuñán analizan cómo la posverdad desmantela el espacio compartido donde debatir hechos, emociones y democracia

Más Platón y menos WhatsApp: Posverdad

En la sección En Más Platón y menos WhatsApp de La Ventana, el filósofo José Carlos Ruiz y la politóloga Máriam Martínez-Bascuñán reflexionaron sobre uno de los conceptos más inquietantes de nuestro tiempo: la postverdad. Lo hicieron a propósito del libro de Martínez-Bascuñán, El fin del mundo común. Hannah Arendt y la posverdad (Taurus), que plantea una tesis tan clara como alarmante: la posverdad no es el triunfo de la mentira sobre la verdad, sino la destrucción del mundo común.

Ese mundo común —el espacio compartido donde podemos disentir, debatir y llegar a acuerdos— se desvanece cuando cada individuo se refugia en su propia versión de la realidad, alimentada por emociones, creencias y líderes carismáticos. "La democracia es una casa con ventanas. Cada uno ve una parte del paisaje, pero todos miramos el mismo paisaje. La postverdad rompe esa casa", ilustró la autora.

Uno de los ejemplos más reveladores fue el de la inauguración presidencial de Donald Trump, cuando se afirmó que había más asistentes que en la de Obama, pese a las evidencias fotográficas. La fuente —el New York Times— fue puesta en duda por un 13% de los votantes de Trump. "La autoridad del referente ha sido sustituida por la emoción y la lealtad al líder", lamentó Ruiz.

Martínez-Bascuñán alertó sobre la lógica del movimiento que sustituye a los partidos políticos y a las ideologías. Desde Trump hasta Macron, pasando por Podemos o el Procés, el discurso del "líder de un movimiento" se impone. "Arendt estudió cómo esta lógica desemboca en el totalitarismo: nos disolvemos en la marea, dejamos de pensar por nosotros mismos".

Pero no todo está perdido. La clave, según la autora, está en la responsabilidad individual. "Los ciudadanos debemos recuperar nuestra capacidad crítica, nuestra disposición a cambiar de opinión cuando los hechos nos contradicen".

En este contexto, la figura de la "obispa" que se atrevió a interpelar a Trump en su segundo discurso de investidura se convierte en símbolo de valentía ética. "Decir la verdad al poder, aunque implique un riesgo, tiene más valor que cualquier dato técnic", defendió Martínez-Bascuñán.

La conversación concluyó con una reflexión sobre la educación: "Desde pequeños deberíamos enseñar a los niños a pensar con cuidado, a hacerse responsables de cómo sus palabras afectan a los demás", recordó Ruiz, citando a Matthew Lipman.

En tiempos de fake news y discursos impostados, el derecho a que no nos engañen conscientemente se convierte en una demanda democrática. Como dijo Martínez-Bascuñán: "No se trata de que todos pensemos igual, sino de que podamos discrepar sobre el mismo mundo".