El periodista Álvaro 'Corazón Rural' presenta su libro sobre el jefe de prensa de Franco: "Es un personaje inconcebible, extravagante y contradictorio"
El escritor nos habla de la figura del Capitán Aguilera Munro, el encargado de "pastorear" a los periodistas internacionales durante la Guerra Civil y la dictadura franquista

Entrevista a Álvaro González, 'Corazón Rural'
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Madrid
Álvaro González, conocido bajo el pseudónimo 'Corazón Rural', publica el libro Capitán Veneno, una obra en la que se nos presenta a una figura muy importante durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, el Capitán Aguilera Munro, encargado de gestionar la comunicación del gobierno franquista con los reporteros internacionales que cubrían la información española.
"Es un personaje absolutamente inconcebible, inabarcable, extravagante y contradictorio. Te ríes, lloras y te espantas", ha descrito el autor.
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Según nos explica el escritor, durante el franquismo, existían diferentes versiones de reporteros internacionales que visitaban España, aventureros románticos, el espía o el turista de guerra, entre otros, pero la visión del régimen era bastante más simple y limitada. Para el ejecutivo franquista, todos estos periodistas eran trabajadores que colaboran de forma directa o indirecta con las potencias enemigas.
El régimen de Franco necesitaba controlar de forma muy estricta la información española que llegaba al extranjero, ya que tenía que evitar a toda costa que fuerzas católicas conservadoras de países como Francia, Estados Unidos o Inglaterra mostrasen apoyo al bando republicano tras "descubrir matanzas o actos injustificados".
"Este personaje era una correa de transmisión de las órdenes para controlar todo tipo de discursos", ha explicado el autor.
El "pastor" de los corresponsales internacionales
Durante su periodo de jefe de prensa del franquismo, el Capitán Aguilera Munro fue el encargado de "pastorear" a cerca de 80 corresponsales internacionales. Sus relaciones con estos eran muy variadas. Con algunos se llevaba bien, mientras que con otros no se podía ni hablar y, en ocasiones, se valía de las amenazas y torturas para controlar a los periodistas más desafiantes.
Dentro de los corresponsales existía también variedad de ideologías, lo que permitía que hubiese tanto críticas como alabanzas por parte de los profesionales sobre la figura del capitán. Ante declaraciones del jefe de prensa tan increíbles como que había que "esclavizar a los españoles" o que "había que diezmar la población" existía un repudio generalizado. No obstante, también asomaban voces positivas que lo llegaban a comparar con los antiguos griegos por su supuesta figura de "filósofo y guerrero".
Un simple peón, pero de actitud peligrosa
Verdaderamente, 'Corazón Rural' explica cómo la figura de Aguilera Munro solo era "un peón más" en la estructura franquista, pero que debido a sus comentarios tan grotescos y extremistas, Franco llegó a tener que "darle un toque" por una de sus declaraciones, que llegó al Congreso estadounidense.
Según indica el escritor, este hecho ocurrió cuando fue entrevistado por un enviado del Washington Times. Tras la charla de este periodista con el capitán, el titular final que enmarcaba la publicación final era: "Hay que matarlos a todos".
Esta información llegó a la cámara del legislativo estadounidense, donde un congresista comentó este titular expresando que le producía "escalofríos escuchar esas palabras" y que no comprende "cómo puede existir gente así".
El final del Capitán Aguilera
La figura del Capitán Aguilera está marcada por su gran excentricidad, agresividad y por sus constantes giros de opinión y actitud.
La vida de Aguilera terminó de una forma totalmente sádica y brutal. Cuando ya era anciano, recluido en su vivienda en Salamanca y con un claro deterioro psicológico, asesinó a sus dos hijos.
Este crimen se hace mucho más frío al conocer el testimonio de los guardias civiles que le detuvieron. Según estos oficiales, ya en el furgón tras ser detenido, Aguilera les preguntó "¿cómo ha quedado el Betis?" y, seguidamente, afirmó que, si no hablaba, se acordaría del doble asesinato que acababa de cometer.




