La reconstrucción mental de los afectados por la DANA un año después de la catástrofe: "Sentimos miedo por no saber qué va a ser de nosotros"
Visitamos Catarroja, una de las localidades más afectadas por la catástrofe, casi un año después de la catástrofe

La salud mental de los afectados por la DANA un año después de la catástrofe
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Catarroja
Amparo vivió la del 57. Era pequeña y casi no lo recuerda, pero no fue igual. Nada ha vuelto ser igual desde el 29 de Octubre del año pasado. Estaba sola en casa cuando vio como el lodo llegaba al primer piso de su edificio. Esa noche vio cómo un señor mayor era arrastrado sin que pudieran ayudarle, como los helicópteros se acercaban a comprobar los muertos que se habían quedado atrapados en sus garajes. Cómo al día siguiente, gente sin escrúpulos, saqueaba tiendas y casas.
El edificio sigue dañado, no queda ni el agujero del ascensor. Duerme con pastillas y, en días como estos en los que las alertas volvieron a sonar, ni con ellas. Hace dos meses empezó a encontrarse mal. Ya no es la misma, no cree que vuelva a ser la misma nunca más. Por eso acude una vez a la semana al barracón que han habilitado para que la USME (Unidad de Salud Mental de Emergencias) atienda a todas aquellas personas que, como Amparo, empiezan a notar que algo no va bien.
Borja Ortiz coordina los Equipos de Intervención Psicosocial de las USME, una iniciativa del Ministerio de Sanidad a través del Comisionado de Salud Mental, la Fundación CSAI y puesta en marcha por la Fundación Manantial. Actúan en los 11 municipios afectados por la DANA: Aldaia, Picanya, Torrent, Paiporta, Catarroja, Alfafar, Sedaví, Algemesí, Utiel, Chiva y Letur.
Las cicatrices de la tragedia, visibles en Catarroja
Llegamos a Catarroja, uno de los más afectados. Aquí fallecieron 37 personas en situación de dependencia. Las calles mantienen un tenue color rojizo y arañazos, como cicatrices, de los coches y contenedores que aquel día arrastró el agua. Las conversaciones en las terrazas suenan a lo que todavía está por hacer: las tuberías, los ascensores, la tienda del vecino que a su edad no tiene fuerzas para volver a poner en marcha.
Loli sí que volvió a abrir su bar, gracias a las donaciones de los vecinos. Porque las ayudas, aunque llegaron, no fueron suficientes. Ella tuvo la suerte de que esa tarde cerraron y estaba en su casa con sus hijos. "Ellos lo viven de otra manera. Han pasado la pandemia y ahora esto. Piensan que la vida es así". Es optimista pero cuando recuerda el ruido, los gritos, los clientes que ya no volverán, se rompe y llora.

Grupo de atención psicosocial de la USME / fundacion Manantial

Grupo de atención psicosocial de la USME / fundacion Manantial
Elena tiene una tienda de telas preciosa. Ella sí estaba dentro de la tienda cuando empezó todo. Al principio no le extrañó porque las inundaciones del barranco del Poyo son habituales. Recogía el agua con el mocho, subía las cosas a las mesas… Hasta que todo empezó a salirse de madre.
Buscó un altillo al que subirse y empezó a quitar las planchas de escayola del techo por si necesitara subir más alto. Pensó, con rabia, que iba a morir allí y llamó a su marido para decirle adiós. Él la animo a bajar del altillo y salir de la tienda. Con el agua al cuello consiguió romper el cristal de la puerta. La calle estaba llena de coches que embalsaban el lodo. Quizás eso la salvó de ser arrastrada. Consiguió entrar en el portal contiguo y subir a casa de un vecino. Se salvó.
Pero el ruido… Como un terremoto, los golpes en las paredes, el agua, los gritos. Ella también necesita tratamiento psicológico. Quién no. Unidos por un drama común, una catástrofe. La USME les escucha individual y colectivamente, coloca en un mapa sus problemas. No volverán a ser los mismos pero aprenderán herramientas para intentarlo.

Paqui Ramos
Casi siempre en la radio. Siempre en la SER. Trabajando con Javier del Pino y yendo a sitios con Juanjo...




