El microondas se inventó por mera casualidad: una chocolatina lo cambió todo
Una serendipia científica en plena Segunda Guerra Mundial dio lugar a uno de los electrodomésticos más revolucionarios del siglo XX

El microondas se inventó por mera casualidad: una chocolatina lo cambió todo
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
En 1945, en plena investigación militar para mejorar el radar durante la Segunda Guerra Mundial, el físico estadounidense Percy Spencer protagonizó una de las serendipias más célebres de la historia de la ciencia. Mientras trabajaba con un magnetrón, un tubo al vacío que genera radiación electromagnética, Spencer notó que una chocolatina que llevaba en el bolsillo se había derretido. Aquello, lejos de ser una simple anécdota, despertó su curiosidad científica.
Spencer comenzó a experimentar. Colocó granos de maíz cerca del magnetrón y observó cómo estallaban en forma de palomitas. Luego probó con un huevo, que explotó por el aumento de presión interna. Así descubrió que las ondas emitidas por el magnetrón podían calentar alimentos. El siguiente paso fue diseñar una cavidad de resonancia que dirigiera la radiación: había nacido el horno microondas.
La clave del invento está en la molécula de agua. Las microondas, con una frecuencia de 2.450 MHz, hacen que las moléculas de agua cambien de orientación millones de veces por segundo, generando calor. Como la mayoría de los alimentos contienen agua, el efecto es inmediato. Eso sí, materiales como la porcelana no se calientan directamente, sino por transferencia desde el alimento.
El primer microondas comercial llegó en 1947. Medía 1,60 metros, pesaba 80 kilos y costaba unos 500 dólares de la época, equivalentes a unos 70.000 euros actuales. Su magnetrón requería refrigeración por agua, lo que lo hacía poco práctico. Con el tiempo, se mejoró el sistema y en los años 70 el microondas se popularizó en las cocinas estadounidenses.
A pesar de su utilidad, el microondas fue víctima de una campaña de desinformación. Se llegó a decir que provocaba cáncer, ceguera o esterilidad. Sin embargo, la radiación que emite no es ionizante, como sí lo son los rayos X, y no representa un riesgo para la salud. Además, su diseño incluye una malla metálica en la puerta, una "jaula de Faraday" que impide que la radiación escape.
El plato giratorio, por su parte, responde a una necesidad técnica: la radiación dentro del horno no se distribuye de forma homogénea, y el giro permite que el alimento se caliente de manera más uniforme.
La historia de Percy Spencer es también una lección de vida. Huérfano desde niño, dejó la escuela a los 12 años para trabajar. Aprendió telegrafía en la marina y más tarde ingresó en la empresa que fabricaba magnetrones. Nunca fue a la universidad, pero su intuición y capacidad de observación lo convirtieron en un físico autodidacta que revolucionó la cocina moderna.
Como recordó el físico Pablo Arias en SER Historia, "en ciencia, lo importante no es solo toparse con lo inesperado, sino saber reaccionar ante ello". Spencer lo hizo, y gracias a una chocolatina derretida, millones de personas calientan su café cada mañana.




