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Kathryn Bigelow: "Estamos en una situación muy volátil, somos nuestro salvador y nuestro enemigo"

La directora, ganadora del Oscar con 'En tierra hostil', firma un alegato contra las armas nucleares en el thriller 'Una casa llena de dinamita' que estrena Netflix

Kathryn Bigelow, durante la presentación de 'Una casa llena de dinamita' en Venecia (Photo by Franco Origlia/Getty Images) / Franco Origlia

Venecia

Kathryn Bigelow tiene muy claro que el cine es una mezcla de entretenimiento y pulsión política. Ella, que ha sido una pionera en el cine de acción, siempre ha inyectado en sus películas los miedos que la sociedad del momento ha ido sintiendo. "Me interesa mucho la intersección entre el arte y el periodismo, el arte y el entretenimiento. Por eso, creo que con las películas intento abrir diálogos", dice en una entrevista en la Cadena SER. Incluso en su primera etapa como directora, con James Cameron como coguionista, con Point Break (1991), Días Extraños (1995) o K-19 (2002), ya había algo en su cine que tenía una proyección del mundo actual.

Después, descubrió el trabajo periodístico de Mark Boal, guionista con el que rodó sus filmes más recordados, donde esa mirada documental acompañaba a la tensión narrativa, como En Tierra hostil (2008), con la que ganó el Oscar a mejor dirección, convirtiéndose en la primera mujer en lograrlo con una historia sobre soldados desactivando bombas en la Guerra de Irak. Después en La noche más oscura (2012), donde abordaba el tema de las torturas a presos que sirvieron para que Estados Unidos detuviera a Osama Bin Laden, responsable de los atentados del 11 de Septiembre. Y Detroit (2017), donde hablaba del racismo de la policía americana. Ahora regresa con nuevo fichaje en el guion, Noah Oppenheim, también con formación periodística, y con una historia que, como las anteriores, habla del momento actual.

"La película podría describirse como una ficción especulativa. Yo diría que el tema del que habla aún no ha ocurrido. Esa es también la esperanza de la propia película, que evitemos que algo así suceda en la realidad. Igual esta historia puede fomentar el diálogo, lo que evitaría una situación parecida", decía la directora de Una casa llena de dinamita, película que estrena Netflix y que se presentó en Venecia. Allí hablamos con la directora que decía estar consternada por lo que estaba pasando en el mundo, también en Gaza. De hecho, viendo la película era inevitable pensar que quien es atacado es Gaza, no Estados Unidos.

Lo que plantea 'Una casa llena de dinamita' es un ejercicio de política ficción. Se pregunta o, más bien, pregunta a los espectadores, qué ocurría en Estados Unidos si se detecta un misil que va directo a su propio territorio y podría destrozar una ciudad del tamaño de Chicago. En veinte minutos, los funcionarios de la Casa Blanca tienen que intentar todo para evitar que impacte, incluso atacar preventivamente a quienes lo han lanzado. Sin embargo, guionista y directora se guardan esa información. No sabemos quién ataca. Eso lo complica todo. Por un lado, la película deja claro que tienen muchos enemigos, Rusia, China Corea, Irán, principales sospechosos. Lo que no explica es por qué tiene tantos enemigos. "Es un diálogo sobre la falta de seguridad. Y estamos en una situación muy volátil. No hay nadie que nos vaya a salvar de nosotros mismos. Solo nosotros, somos el salvador y, en cierto modo, el enemigo. Tenemos que protegernos", insistía la directora que está en contra de las armas nucleares. "Hay que dialogar", le decía a un periodista que le recriminaba qué hacer si Corea las tiene. "También hay que dialogar con ellos", repetía.

El tema de las armas nucleares preocupa y mucho a una parte del país. "Siempre he estado preocupada, pero creo que la preocupación es más aguda ahora. No veo diálogo sobre el uso de armas nucleares y sobre el hecho de que en unos instantes se podrían aniquilar civilizaciones enteras", dice la directora que siempre, desde niña, ha estado asustada ante la amenaza nuclear. "Crecí literalmente escondiéndome debajo del escritorio cuando había amenaza de bomba atómica. Ese miedo no ha generado un diálogo, más bien ha normalizado que existan las armas, que cada uno tenga las suyas y que la amenaza persista. Por eso vivimos en una casa llena de dinamita. Mi pregunta es, ¿cómo sacamos la dinamita de las paredes?". Se pregunta la directora.

En esas películas, igual que aquí, utiliza un tono hiperrealista, lleno de zooms hacía los rostros circunspectos de los personajes, movimientos de cámara para resaltar la tensión que viven esos hombres y mujeres del ejército, de departamento de defensa, de exteriores y de la Casa Blanca. Contada en tres tiempos distintos, cada uno desde un punto de vista, la película nos muestra el dilema del presidente de Estados Unidos, interpretado por Idris Elba, ante un ataque de un misil lanzado por no sabe quién hacía suelo estadounidense. En veinte minutos tienen que intentarlo todo, pero nada resulta. La única alternativa es atacar preventivamente a cualquiera que consideren su enemigo.

La película cuenta esos veinte minutos desde tres puntos de vista distintas. Una especie de Rashomon de Kurosawa aplicado al thriller político y de desastres, ese que tanto ha explotado Hollywood. Tres perspectivas que son tres puntos de vista. "Fue hablando con el guionista cuando pensamos que solo dura 18 minutos la respuesta a ese ataque y una película es más larga. Por eso llegamos a la conclusión de que desglosarlo era bueno, buscando una intersección de los diferentes estratos que participarían en una decisión así. Tenemos los que trabajan en el sistema de defensa antimisiles, tenemos la sala de guerra con la Casa Blanca, y tenemos el servicio de telecomunicaciones. Es gente muy competente, pero que no puede hacer nada, y ahí aparece el caos, la impotencia y la confusión, que es real".

Lo que cuestiona la película es si es coherente que sea solo el presidente de Estados Unidos quien decide si se ataca o no se ataca. Eso funciona en la ficción, donde el presidente es Idris Elba, un tipo cabal y sensato, pero ¿qué pasa con Trump en el poder? "Es una situación apolítica, que no está relegada a un país concreto, es más una conversación real", respondía sobre los posibles parecidos con la actualidad", evitaba responder.

La película acaba con más suspense si cabe. No sabemos si se pulsa o no el botón. ¿Por qué esa ambigüedad? "Mantener la ambigüedad del final invita al público a sacar sus propias conclusiones. Esta es una historia para que la concluyas. Espero que todos podamos ofrecer un final en el que sobrevivamos", decía la directora que, de nuevo, vuelve a unir el mejor entretenimiento con una lectura política del momento actual.

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...