La excusa del nazismo para poner coto a la cultura: "No permitían nada que hiciera pensar a las personas"
La llegada del régimen autoritario utilizaron la cultura como método para imponer sus valores y controlar a las masas
La excusa del nazismo para poner coto a la cultura: "No permitían nada que hiciera pensar a las personas"
La llegada de los nazis al poder tras la Primera Guerra Mundial en la década de 1930 convirtió la cultura en un campo de batalla ideológico. Lo que no encajaba en la visión del régimen era censurado, confiscado o destruido. "Enseguida se hacen con todos los medios de comunicación, cierran editoriales, destruyen sus fondos y muy poquito después empieza la quema de libros y la persecución a los bibliotecarios", cuenta el escritor Mario Escobar en el último programa de SER Historia.
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Pinturas quemadas, libros prohibidos y músicos exiliados fueron el precio de una política que buscó moldear la sensibilidad colectiva al servicio del totalitarismo. Como todas las dictaduras, temían que sus súbditos puedan desarrollar la capacidad de pensamiento, de ahí el afán de las autoridades por alinear el arte y la cultura alemana con su manera de ver el mundo.
Helene Nathan, la protectora de los libros
En aquella época, el alemán medio leía bastante, por lo que el régimen, para evitar una sublevación, no optó por suspender la publicación de libros, sino que decidieron poner títulos absurdos a los ejemplares. "Por ejemplo, sacaron libros sobre el naturismo o cómo caminar senderos por Alemania. No permitían nada que fuera político, que hiciera pensar a las personas, sino que las motivara a salir al campo, a pasear y no pensar demasiado", explica Escobar.
Muchos de los grandes escritores tuvieron que huir al exilio, otros tuvieron que conformarse con un exilio interior, mientras que otros se rindieron ante las presiones del régimen y empiezan a publicar libros en formato de propaganda. "El mundo cultural quedó paralizado completamente hasta el punto de que, al principio de la Segunda Guerra Mundial, se prohíbe la publicación de papel en muchos casos porque ese papel tiene que ser usado únicamente para la propaganda, no se puede usar para la publicación de libros", cuenta.
Las bibliotecas se convirtieron en uno de los grandes objetivos de las autoridades alemanes, no solo por su catálogo de libros, sino también a sus bibliotecarios, encargados de proteger las colecciones de libros. "Se empieza a perseguir a los bibliotecarios con ideología diferente, se empieza a perseguir a los bibliotecarios de origen judío y se empieza a perseguir incluso a bibliotecarios que, aunque no tenían una proyección política, querían fomentar la lectura", reitera.