Manuel Gómez Pereira: "Tengo la sensación de que el mundo está a punto de repetir los mismos errores que cometió antes de la II Guerra Mundial"
El director de comedias como "El amor perjudica seriamente la salud" repasa su trayectoria y nos habla de su próxima cinta: "La cena"

Manuel Gómez Pereira con Alberto San Juan y Mario Casas / padu

A través de él se explica buena parte de nuestro cine y mucho de su comedia. Manuel Gómez Pereira (Madrid, 1958) se ha convertido esta mañana en un nuevo miembro del Club de Amigos Alegres de Hoy por Hoy. El realizador de Todos los hombres son iguales estrena además nueva película: otra comedia, una más.
En La cena, que llegará a los cines el próximo viernes 17 de octubre, se cuenta cómo Franco, tras ganar la guerra, se empeña en celebrar un banquete en el hotel Palace, cuando este ya no es sino un hospital. Además, surge un problema: todos los cocineros de la época están en la cárcel por republicanos. Al sacarlos para elaborar la comanda de la comida, surge para todos ellos la gran oportunidad de fugarse.
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"La película —comenta Pereira— es una sátira sobre el dictador Francisco Franco. Me parece que era un buen momento para hacer una sátira sobre él. Tengo además la sensación de que estamos en un mundo que repite los mismos errores que se cometieron antes de la II Guerra Mundial, por lo que debemos estar muy atentos".
Yendo más atrás en el tiempo e indagando en su trayectoria, Gómez Pereira cuenta cómo distintos miembros de su familia, sobre todo la de su madre, motivaron su vocación cinematográfica: "Mi madre me llevaba todos los jueves a las cuatro de la tarde al cine Príncipe Pío de Madrid, en sesión continua. Veíamos la misma peli dos veces. Era una época en la que mi hermana mayor estaba en el colegio y yo, que tenía cinco años, todavía no tenía que ir. Era el día preferido de mi madre y mío y, desde luego, aunque entonces no podía saberlo, fue el germen de lo que yo terminaría siendo".
Recuerdos de historias en una sala grande, y no menos acentuados los de permanecer en cama de pequeño durante meses por culpa de una hepatitis: "La verdad —rememora Gómez Pereira— es que tuve una niñez muy enferma. Hubo una época en la que siempre estaba tirado en la cama y amarillo. Un tiempo en el que me puse morado leyendo tebeos, lo que luego se llamó cómic, y que me enseñaron cómo comentar por fragmentos historias en el cine. Así que también esa estancia en la cama y enfermo me ayudó a ser director".
O siendo ya mayor, como meritorio en Almería, en medio del rodaje de un spaghetti western de Sergio Leone, donde siguió formándose como director, aunque cometiera un monumental error: "Me mandaron a Madrid en mitad de ese rodaje para seleccionar a cuarenta cabalistas, esto es, personajes que parecieran americanos, que fueran rubios, que supieran montar a caballo... Yo no sé —asegura el hoy director— cómo lo hice o qué pasó, que acabaron llegando a Almería cuarenta señores que ni eran rubios, ni americanos, ni sabían montar a caballo". Para colmo, advierte: "Empecé, por culpa de una lechuga en mal estado, a incubar un tifus que me provocó una depresión".
Argumento de película (y romántico) fue también su encandilamiento, con solo ocho años, de Rocío Dúrcal, una leyenda musical ya entonces: "Me enamoré perdidamente de ella con solo ocho años, pero enseguida me di cuenta de que era alguien inalcanzable. Luego, lo que son las cosas, coincidimos mucho en rodajes y lugares".
Y para una tragicomedia o un thriller, pudo haber dado su experiencia personal en el colegio de curas del que finalmente fue expulsado: "Del colegio de curas me echaron a los 14 años y eso me abrió un nuevo mundo, entre otras cosas porque pude compartir el aula con chicas, y eso fue una revelación". En su casa, su padre le echó una buena bronca; su madre, muy entrenada en los cines de sesión continua de los jueves en el Príncipe Pío, interpretó el disgusto: "Mi madre siempre me auxiliaba e hizo efectivamente como que me regañaba para quedar bien con mi padre".
Después, va más allá Gómez Pereira: "En la universidad tuve otro problema con un sacerdote psicólogo. Era en la facultad de Ciencias de la Información, una carrera que venía entonces a suplir a la Escuela de Cine y que tenía diversas asignaturas muy absurdas. Allí me topé con este señor, que me suspendió y me impidió licenciarme".
Pero, ¿quién necesita aprobar una asignatura como aquella cuando, un buen día, merendando en la cafetería del aeropuerto de Madrid-Barajas (entonces internacional como ahora, pero no de nombre Adolfo Suárez todavía), le pidió un autógrafo al director de El viaje a ninguna parte, concediéndole la vida, algunos años después, la posibilidad de ser su director adjunto en una película que, aunque finalmente no se hizo (como tantas), le permitió hablar a diario con un genio como Fernán Gómez?

Sergio Castro Salillas
Redactor y guionista en la SER desde 1996. Estuvo en La Ventana, A Vivir y ahora es redactor de Hoy...




