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La curiosa relación entre Harry Houdini y Buster Keaton que marcaría para siempre la carrera del actor

El encuentro con el célebre escapista y una infancia marcada por el vodevil moldearon el carácter artístico de Keaton desde sus primeros años

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Antes de que Buster Keaton se convirtiera en el rostro imperturbable del cine mudo, ya había aprendido a encajar golpes sin pestañear. Su primera escena en el cine no fue precisamente suave: en lugar de la clásica tarta en la cara, le lanzaron un saco de harina. El impacto lo tumbó. Sin embargo, Keaton no se inmutó, como tantas otras veces en su vida, aguantó el golpe.

Esa capacidad para encajar golpes sin perder la compostura venía de lejos. Desde que era un bebé, Keaton se había acostumbrado a los porrazos. Sus padres eran actores de vodevil y trabajaban en la compañía del célebre mago y escapista Harry Houdini. Un día, el pequeño Keaton se cayó de los brazos de su madre y rodó escaleras abajo. "Todos acudieron deprisa. Yo me levanté, sacudí la cabeza varias veces y no lloré. Así supieron que no me había herido", contaba el actor. Houdini, impresionado, exclamó que aquel niño era "todo un buster", término que en inglés se asocia a alguien duro. Su padre decidió que ese sería su nombre artístico.

El apodo fue una premonición. A los cuatro años, Keaton ya era parte del espectáculo familiar, con zapatos enormes, ropa holgada y una barba postiza de irlandés. Su padre diseñó un número en el que enseñaba al público cómo educar a los hijos: cada vez que el pequeño hacía algo mal, le lanzaba un objeto a la cabeza. "Crecí siendo golpeado", decía Keaton sin dramatismo.

El número de los Keaton consistía en hacer caer al niño, golpearlo, estrujarlo y lanzarlo de un lado a otro. Lo sorprendente era que el pequeño no se quejaba ni movía un solo músculo de la cara. De ahí el apodo de "la balleta humana". La Sociedad de Prevención de la Violencia Infantil intentó varias veces que se suspendiera el número y amenazó con quitarles la custodia, pero los trompazos siguieron durante años.

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