'Jugar con fuego', la película que muestra el miedo a que la extrema derecha capte a los jóvenes
Las directoras Delphine y Muriel Coulin cuentan una historia de una familia rota después de que un hijo adolescente acabe arrastrado por la violencia de grupos fascistas en la Francia actual

Fotograma de Vincent Lindon en 'Jugar con fuego' / carole bethuel

Madrid
El cine francés lleva tiempo intentando indagar en cómo es posible que en la tierra de la libertad, la igualdad y la fraternidad haya calado tan hondo el discurso de la extrema derecha que cada elección que pasa parecer crecer en votos y apoyo popular. Desde distintas miradas y puntos de vista, los directores galos han querido responder o, al menos, lanzar la pregunta de por qué nuestros vecinos, nuestros primos, nuestros hermanos acaban votando a Le Pen. Las hermanas Delphine y Muriel Coulin hacen esto mismo en Jugar con fuego, adaptación al cine de la novela de Laurent Petitmangin. “Estábamos cada vez más preocupadas por el clima político en Francia y pensamos que sería bueno trabajar este tema porque pocas películas lo abordan frontalmente. Un amigo nos recomendó la novela y pensamos en que sería interesante adaptarla, para contar el viaje de un joven que gira a la extrema derecha, pero también analizar la vida de una familia y el punto de vista de ese padre, con valores democráticos”, dice Delphine en una entrevista en la SER en el merco de Unifrance.
Lo que les hizo conectar con la novela es que ellas nunca habían tenido esa tentación, de virar a la derecha, pero sí les preocupaba que sus allegados pudieran hacerlo. "Es la experiencia de muchos franceses y tenemos que hacer ver que todavía hay una base democrática en nuestro país", añade. Vincent Lindon es el protagonista de una película en la que interpreta a un padre viudo, de clase obrera, que trabaja de mecánico en las vías del tren, está sindicado y es, claramente, de izquierdas. Se desvive por sus dos hijos. El pequeño está a punto de ir a la universidad, a pesar de las estrecheces económicas. El mayor, sin embargo, no estudió y ha ido encadenando trabajos precarios y amistades algo violentas. "Uno de ellos se parecía a tu hijo", escucha Vicent Lindon cuando un compañero de trabajo le dice que ha visto a su hijo, Benjamin Voisin con un grupo de fascistas.
"Esta familia de tres miembros de nuestra película representa a todo un país, porque Francia, no hace mucho, votó mayoritariamente por la izquierda: eligieron a François Hollande como presidente en 2012. solo han pasado 12 o 13 años, por eso nos preguntamos qué ha pasado para que las cifras de la extrema derecha hayan crecido tanto". Una pregunta que también se hacen en Portugal, España y en toda Europa, en realidad, donde hay un gran ascenso de la extrema derecha, en contextos históricos muy diferentes, pero con un enorme voto protesta.
Una de las causas que apuntan las directoras a través de la relación de esta familia está en la precariedad que han ido adquiriendo las clases trabajadoras en la Francia de provincias. De hecho, ese resentimiento de clase empieza a emerger entre los hermanos, el que irá a París, y el que se quedará en ese lugar que ya no tiene nada. "Venimos de provincias, venimos de Bretaña. Y es cierto que hay regiones en toda Francia que han visto reducido el empleo, y hay mucha gente en estos lugares que se siente excluida". La película arranca con una voz que sale de la radio que escucha Lindon. En ella, un filósofo habla de cómo los políticos han abandonado a los jóvenes. "Esta generación está siendo sacrificada. Esa sensación existe, a pesar de que sabemos que los jóvenes son nuestro futuro. Es importante no descuidarlos e incluso es peligroso hacerlo". De ese descuido y ese desencanto, algunos jóvenes, como el personaje de Jugar con fuego, encuentran apoyo y refugio y un nuevo trabajo en este tipo de grupos fascistas violentos. Primero, como vemos en el filme, se muestran amables y organizan actos, encuentros, jornadas y hasta dan trabajo. Después, llega la violencia contra los migrantes, los de izquierdas, etc.
Otra de las causas que se esbozan en la película tiene que ver con la masculinidad. Las directoras, que en su anterior película, La escala, mostraban el machismo que sufrían las mujeres en el ejército francés, se centran aquí es mostrar dinámicas tóxicas de los chicos jóvenes. "Cuando empezamos a investigar sobre los círculos de extrema derecha a los que pertenece el hijo mayor, nos dimos cuenta de que eran entornos que abogaban por lo masculino como un gran valor, junto a la violencia. En esa investigación fuimos a un café y estaba lleno de nacionalistas y ultranacionalistas, donde casi no había mujeres. Por lo tanto, hay una relación entre estas ideas de extrema derecha y esta imagen de lo masculino", inciden las directoras que, sin embargo, dibujan a un padre algo diferente al rol tradicional del pater familias.
"Hay algo interesante y es que este padre no tiene un rol tradicional. Antes, los padres en las películas eran personas que se enfadaban con facilidad y que tenían autoridad sobre la familia. Vincent Lindon, sin embargo, es un padre sensible, es un padre frágil, que trata de hacer todo perfecto para con sus hijos. Trabaja, lleva dinero a casa y está pendiente de ellos. Ha sido interesante hacernos preguntas sobre lo masculino". El actor, que ganó la Copa Volpi por este papel, brilla en un trabajo que va de lo tierno a lo dramático, jugando con el físico y consiguiendo parecer un tipo normal, un obrero. "Tiene una variedad de registros enorme. Puede interpretar al gran burgués, al obrero, al padre de la familia o al amante. Creo que en esta película, lo hemos llevado a un lugar diferente, es el padre de la familia, tiene cierta ternura, sentido del humor. Le dimos una partitura que sabía tocar a la perfección".
Las directoras están preocupadas también porque esa derechización de la sociedad afecta al cine francés, una de las cinematografías más pujantes y seguras de todo el mundo. "Sabemos que ante el ultraliberalismo, la cultura suele verse muy afectada. Todo es político, hacer una película es político. Ir a verla es político, ir a ver esta película en lugar de otra es una elección política, financiar una película es político. Y por el momento tenemos la suerte de contar con un sistema cultural único en el mundo", dice Muriel. Su hermana, insiste en mirar al futuro con cierta esperanza. "La película nos ha demostrado que a pesar de que las ideas de extrema derecha sigan creciendo, tras los pases, el público nos dice que tenemos que resistir, actuar, dialogar, tratar de entender a los demás, tratar de hacer que la gente entre en razón y proteger nuestra democracia. Por lo tanto, nos da esperanza en el futuro, sin dejar de lado nuestra preocupación por lo que pasa".

Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...




