Las lenguas muertas
Luego, se la oí decir a Javier del Pino y supe que hablábamos el mismo idioma. No me regañen porque no me guste el reguetón. Lo mío son las lenguas muertas

Barcelona
Me di cuenta de las vueltas que da la vida viendo cómo daban vueltas los discos. De muchos de los discos que vi girar por primera vez, en este año, 2025, se cumple el cincuenta aniversario. Hago trampa al referirme a discos, pero se trata solo de una trampa formal, pues en el fondo permanece intacta la verdad del tiempo. Mire vuesa merced que aquellos que allí dan vueltas no son discos, sino casetes. Mis tíos también las llamaban cintas. Las compraban en el bar y en las gasolineras, y tenían portadas con la Paquera de Jerez alzando los brazos o con Porrina de Badajoz con gafas negras. Casetes lo decíamos los amigos. Pero no comprábamos muchos casetes originales, más bien nos los pasábamos grabados. Hoy se dice pirateados; sin embargo, no éramos ladrones, solo que no teníamos dinero y compartíamos lo que amábamos. Así es la cultura cuando está viva y no la han reducido a artículo de consumo. Comprábamos cintas BASF, TDK, Maxell como si fuera barro para darle forma. Éramos alfareros de la música grabada. Con aquellos discos de hace cincuenta años me convertí en el hombre ardiendo del Wish You Where Here, y empecé a vivir en el edificio del Physical Graffiti, y me tumbé bajo una sombrilla playera en el vertedero del Crisis? What Crisis?, y así sé de un lugar en un patio de Triana, donde viven Lole y Manuel. Con aquellos discos de hace cincuenta años oí a Pablo Guerrero anunciar en el Olympia de París que tiene que llover a cántaros, y ahora acaba de morir, y vi correr por el barrio los caballos de Patti Smith, y también descubrí una palabra misteriosa que se escribía Ommadawn y que nunca supe lo que significaba. Luego, se la oí decir a Javier del Pino y supe que hablábamos el mismo idioma. No me regañen porque no me guste el reguetón. Lo mío son las lenguas muertas.




