Netanyahu sigue sin asumir responsabilidades por los fallos del 7 de octubre
Reconstruimos la peor matanza de judíos desde el Holocausto y los fallos en el sistema israelí que el primer ministro se niega a asumir

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha conseguido sobrevivir estos dos últimos años sin asumir ningún tipo de responsabilidad por los ataques de Hamás que acabaron con la vida de casi 1.200 israelíes. Los atentados del 7 de octubre de 2023 fueron la peor matanza de judíos desde el Holocausto y sirvieron como pretexto para iniciar el genocidio en Gaza y perpetuar al Primer Ministro en el poder. Pero también fueron consecuencia del mayor fallo de seguridad que se recuerda en la historia de Israel.
Las fuerzas de seguridad israelíes se vieron desbordadas. Eran 767 soldados para proteger 59 kilómetros de frontera frente a más de 5.000 milicianos. Aquel día era festivo en Israel y las defensas en torno a la franja estaban en guardia baja. La nación con los sistemas de seguridad más avanzados del mundo, el ejército capaz de lanzar ataques de precisión a miles de kilómetros de distancia, se sintió vulnerable por primera vez.
Los informes sobre el atentado han demostrado que los servicios de inteligencia israelíes tenían señales de que algo así podía pasar y las ignoró. “El Gobierno de Netanyahu entendió que no debía llevar a cabo ningún tipo de acción anticipatoria diferente a la que ya aplicaba. Pensaba que el muro de defensa era lo suficientemente sólido como para que no pudiese ser rebasado por un grupo como Hamás”, explica Manuel Torres, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y experto en terrorismo. Y eso que la alarma saltó horas antes del ataque, con la activación anómala de tarjetas SIM por parte de milicianos de la organización que llamó la atención de los servicios de seguridad.
“El grueso de la atención estaba centrado en el norte del país, donde el despliegue militar es mucho más intenso porque, desde la perspectiva de Israel, la verdadera amenaza provenía de grupos como Hezbolá y de Irán”, asegura Torres. Además, “en el establishment de seguridad de Israel desde hacía tiempo se había instalado la percepción de que Hamás era un problema con el cual se podía convivir”, con algunos atentados esporádicos que el Estado podría atajar.
El ejército israelí, por un lado, y los servicios de inteligencia, por otro, han llevado a cabo estas investigaciones internas, pero Netanyahu se ha resistido a abrir una investigación estatal parlamentaria sobre los ataques de Hamás. El primer ministro siempre ha dado la misma respuesta: “que no era el momento de poner en marcha esta comisión, porque las pesquisas afectarían al curso de la ofensiva en Gaza y que daría su visto bueno a crearla una vez terminara este conflicto”, cuenta la corresponsal en Jerusalén Nuria Garrido. Pero esa excusa ya no le vale con el acuerdo de paz impulsado por Estados Unidos.
No obstante, Netanyahu siempre ha dejado claro que, en caso de que finalmente se creara una comisión de investigación, los miembros no serían designados por las autoridades judiciales, sino por el Parlamento, donde la coalición del mandatario israelí ostenta la mayoría. Así las cosas, todavía hoy ningún cargo político ha asumido responsabilidades, más allá de dimisiones que se han producido en el ejército y en la Agencia de Inteligencia Interior israelí. Netanyahu ni siquiera ha pedido perdón públicamente a la sociedad israelí, a pesar de que en la prensa se filtró que había ejercido presiones sobre su jefe de despacho para que modificara las actas de reuniones la noche anterior al 7 de octubre, en las que se habrían reportado movimientos extraños dentro del enclave palestino.
Netanyahu explota el trauma de Israel
La inmensa conmoción que provocó el atentado en el país convirtió en prioridad responder a esa agresión, se generó una gran sed de venganza por la sensación de vulnerabilidad de la sociedad israelí a la que no está acostumbrada, pero cuando pase el tiempo, Netanyahu tendrá que rendir cuentas por los errores y las negligencias cometidos, en opinión de Manuel Torres.
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Cuando se cumplen dos años del ataque y del genocidio en Gaza que vino después, “la sociedad sigue en trauma, ya que el gobierno de Netanyahu ha hecho todo lo posible para explotar este trauma constantemente con el objetivo de permanecer en el poder”, lamenta el analista israelí Mauricio Laptchik. Israel llegó a la guerra en una situación de rotura social, política y constitucional, añade Mario Sejchtman, fundador de la organización Challenge que trabaja por la convivencia entre israelíes y palestinos. La guerra le dio oxígeno, pero pasado el tiempo, “un 70 u 80% de la sociedad dejó de apoyarla, vio que Netanyahu la estaba alargando por su supervivencia política”. Sin embargo, también un gran porcentaje de israelíes “está totalmente desensibilizado y dispuesto a deshumanizar a la población palestina”, asegura Sejchtman.
En dos años de guerra, Netanyahu no ha logrado ninguno de los objetivos que se marcó, entre ellos liberar a los rehenes y acabar con Hamás. Aunque estos son solo los objetivos “formales”, subraya Sejchtman. También tenía objetivos políticos e ideológicos personales. “El objetivo político principal de Netanyahu es mantenerse en el Gobierno y eso lo logró, y recompuso su imagen durante mucho tiempo”, recuerda. Además, “sus socios de coalición, de extrema derecha mesiánicos, empezaron a implementar su sueño de reconquistar la Franja de Gaza e incluso de anexar formalmente Cisjordania”. También obtuvo logros tácticos importantes, señala. E incluso su aislamiento internacional, “de una manera perversa y maquiavélica”, dice, también le sirve para victimizarse y acusar de antisemitismo a quienes están en su contra.
El analista israelí Daniel Kupervaser cree que “sin erradicar el fundamentalismo extremo tan enraizado en la sociedad de Israel y Palestina, y sin un proyecto que garantice el otorgamiento de plena ciudadanía a palestinos en el marco de un Estado independiente, lamentablemente, continuaremos siendo testigos del derramamiento de sangre”.




