'Las hermanas Bunner', una conmovedora historia sobre la abnegación y el sacrificio
Edith Wharton escribió esta triste novela sobre la vida de dos hermanas en Nueva York
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'Las hermanas Bunner', una conmovedora historia sobre la abnegación y el sacrificio
Edith Wharton nació en Nueva York en 1862 y murió en Saint-Brice-sous- Forêt, en Francia, en 1937. Fue una mujer anticipada a su tiempo en sentido social, sexual y profesional. Perteneció a la alta burguesía y su hábitat fueron las esferas sociales más refinadas. Es la autora de 'La edad de la inocencia', 'La casa de la alegría', 'Ethan Frome'. o 'La solterona' y 'Santuario'.
'Las hermanas Bunner' fue escrita en 1892 pero no la publicó hasta 1916. Cuenta la historia de dos hermanas que viven aisladas en su mercería en un barrio humilde de Nueva York, y cómo su mundo salta por los aires. Nos habla de la abnegación y del sacrificio, de la pobreza, de la inocencia, del amor. Es una novela conmovedora, triste, profunda e inolvidable.
En esta novela breve, que escribió casi treinta años antes que 'La edad de la inocencia', su novela más conocida, llama la atención que la autora centra su interés en unos personajes, un barrio y unas historias nada «glamourosas». Y profundiza en un personaje, la mayor de las hermanas Bunner, a quien la voz que narra se pega como una sombra. Sorprenden las diferencias entre esta novela temprana y el resto de su obra. En 'Las hermanas Bunner' se nos presentan un barrio y una sociedad caracterizados por la modestia, la mediocridad, la precariedad. Es también un mundo sofocante, porque los límites están siempre presentes en la conciencia de Edith Wharton.
La autora se enfrenta a sus personajes con el deseo de conocerlos más. Como es habitual en ella, la descripción de los ambientes es magnífica, pero este no es en 'Las hermanas Bunner' su principal interés, quizá porque el mundo en el que ha enfocado la mirada no es el suyo. La mirada es más compasiva, contiene más dolor. Los personajes centrales de 'Las hermanas Bunner' parecen mucho más desvalidos. La precariedad económica en la que viven es ya un factor determinante. Y carecen de ese apoyo que el grupo social privilegiado da siempre a los suyos. En el barrio de la mercería no hay muchos valores externos, convencionales, que defender. Se vive más cerca de los asuntos básicos. En consecuencia, se dan más dosis de autenticidad.
'Las hermanas Bunner' es una novela de amor. Un amor confesado y admitido a solas. Un amor al que se renuncia. Las razones de este silencio van más allá de las meras convenciones sociales. Se trata de una renuncia más profunda. Para la mayor de las hermanas Bunner, por quien Edith Wharton ha tomado partido, constituyen una unidad. Si la unidad se ha de romper, que la responsabilidad no recaiga sobre ella, se dice, más o menos, nuestra protagonista. Hay renuncia y espíritu de sacrificio. Lo que se intuye —no expresado del todo, lo que es propio de Wharton— es que la hermana mayor prefiere la felicidad de la pequeña antes que la suya, consciente de que la suya supondría la desdicha de su hermana.
La vida de las hermanas Bunner empezó a cambiar cuando el reloj entró en la casa. La conciencia, el sonido, el tictac del tiempo es un factor nuevo. La vida, que había estado paralizada y era perfectamente previsible, se echa a andar y ya no se sabe hacia dónde puede dirigirse. Pero el reloj —o el relojero—, curiosamente, lleva consigo el antídoto, la droga, la ruptura, otra dimensión temporal. El reloj y la droga están ligados al tiempo. La continuidad y la discontinuidad. El orden y el método, por un lado. La amenaza y la destrucción, por otro. El reloj es más que un mero símbolo en 'Las hermanas Bunner'. La novela nos recuerda, por su precisión, el mecanismo de un reloj. Es un magnífico ejemplo de equilibrio narrativo.
Edith Wharton escribió 'Las hermanas Bunner' a los treinta años. Aún no le había llegado el reconocimiento. Era una mujer inquieta, viajera, apasionada de la cultura europea, escritora, decoradora, estilista, dueña de una fuerte personalidad. Resulta tentador comparar a la autora con la heroína de “Las hermanas Bunner”, la mujer que renuncia, que duda, que vive una existencia rutinaria, anónima, en un espacio muy reducido: la tienda, la trastienda, la casa de vecindad, la calle. Poco más. ¿Qué le atrae a Edith Wharton de esta heroína? Parece comprenderla perfectamente, sin duda siente por ella una gran simpatía, una gran compasión. Cuanto describe es verdadero.
A Edith Wharton, nacida en Nueva York en 1862 en el seno de una familia acomodada que le ha proporcionado una educación privilegiada, no le gusta lo que ve. Conoce a la perfección el mundo al que pertenece, ese pequeño núcleo, una especie de aristocracia, compuesto por menos de cien familias, cuya descripción, teñida de tintes irónicos, es parte esencial de sus novelas y relatos. Wharton es una magnífica creadora de atmósferas. Sus descripciones nos remiten al cine. El lector ve, palpa, respira el olor que reina en la pequeña vivienda de las hermanas Bunner y casi llega a ver la casa de vecindad donde está situada. De la misma manera que, cuando nos habla de la alta sociedad neoyorquina, nos adentra en sus casas abarrotadas y sofocantes, que se ajustan de manera perfecta al círculo social cerrado en el que viven, ahora el escenario de estas vidas tan distintas también se nos impone.
Este artículo contiene fragmentos del prólogo de Soledad Puértolas a la edición de 'Las hermanas Bunner', publicada por Contraseña Editorial.




