Myriam Seco, arqueóloga y egiptóloga: "Cleopatra fue una mujer muy inteligente de la que queda mucho por descubrir"
Jacinto Antón y Myriam Seco reconstruyen la figura de Cleopatra VII, la fascinante reina del Nilo

Las Cleopatras, las reinas olvidadas de Egipto
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
Carismática, inteligente y culta, así era Cleopatra VII, la última reina de la dinastía ptolemaica que gobernó Egipto entre el año 52 y el 30 antes de Cristo. Fue muy querida por su pueblo y tras su muerte por envenenamiento fue enterrada junto al general romano Marco Antonio aunque la ubicación de su tumba sigue siendo un misterio.
Cleopatra VII, inmortalizada en el cine, el arte y la literatura, es la faraona que más ha cautivado pero no fue la única, ¿sabías que hubo varias Cleopatras? Lo cuenta el historiador galés Lloyd Llewellyn-Jones en el libro ‘Las Cleopatras, las reinas olvidadas de Egipto’ (Ático de los libros). Durante tres siglos el Egipto ptolemaico estuvo dirigido por una dinastía de carismáticas mujeres y todas se llamaron Cleopatra. Fueron siete. Aquellas reinas rompieron muchos estereotipos. Fueron, sobre todo, excelentes estrategas y diplomáticas que lograron desafiar las reglas de un poder que estaba en manos de los hombres. 'Las Cleopatras' es un texto que reconstruye la historia de todas esas faraonas olvidadas.
Una dinastía que se caracterizó por el lujo, el exceso, la violencia y el incesto
El libro es también una investigación de la familia ptolemaica, una de las más despiadadas de la historia cuyas aventuras y desventuras moldearon el destino del Antiguo Egipto. Esta dinastía se caracterizó por su inclinación al lujo, al exceso, a la violencia y al incesto. Explica el periodista de El País, Jacinto Antón, que el libro contiene episodios truculentos. Entre los relatos más impactantes figura el banquete celebrado en el año 130 a.C. por Cleopatra II en su palacio de Alejandría. Durante el festejo de su 55 cumpleaños la reina recibió un cofre de ébano que contenía el cuerpo desmembrado de su hijo, Ptolomeo Menfita. El macabro obsequio lo había enviado desde el exilio en Chipre su exmarido y hermano, Ptolomeo VIII Evergetes –apodado Fiscón- junto con su esposa, Cleopatra III, que era hija de Cleopatra II y sobrina de Fiscón. Lejos de hundirse en el dolor la madre expuso públicamente los restos de su hijo para incitar la ira popular contra Ptolomeo VIII. Lloyd Llewellyn-Jones compone un mosaico fascinante de intrigas palaciegas que retrata una de las épocas más prósperas de aquel imperio.
Las siete faraonas lograron imponer su autoridad en un mundo reservado a los hombres
Cleopatra VII fue el resultado de las mujeres de su linaje, sin sus predecesoras su vida probablemente hubiera sido diferente. Se sabe que fue culta y refinada -hablaba varias lenguas- y una gran estratega, reclamó con voz propia su lugar dentro de la política. La sociedad egipcia fue muy abierta y las mujeres tuvieron un papel más relevante que en las culturas clásicas. Sus derechos dependían de su clase social, no de su sexo. Se les permitía administrar sus bienes, comprar, vender, desheredar o, incluso, divorciarse. "Tenemos documentos que muestran que el matrimonio tenía fecha de caducidad. Luego lo podían renovar si querían", afirma Seco.
Los relieves, pinturas e inscripciones que han llegado hasta nuestros días muestran que desempeñaron oficios muy diversos como tejedoras, panaderas, plañideras o médicas. También había sacerdotisas y escribas. Las mujeres del Antiguo Egipto tuvieron derechos impensables en otras civilizaciones de la zona y Cleopatra VII fue la mejor representante de aquella igualdad que desapareció con la llegada del Imperio Romano y el cristianismo.




