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A las cinco en punto de la tarde: la eternidad de Ignacio Sánchez Mejías

El torero que se hizo escritor, el mecenas que presidió el Betis y el mito que inspiró a Lorca

El viaje de ida | Ignacio Sánchez Mejías, el pegamento de la Generación del 27

El viaje de ida | Ignacio Sánchez Mejías, el pegamento de la Generación del 27

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Tal vez lo conozcan por haber sido torero o por ser mecenas de la Generación del 27, pero Ignacio Sánchez Mejías fue mucho más que eso. A lo largo de su vida destacó por ser dramaturgo, periodista, presidente del Real Betis Balompié y de la Cruz Roja de Sevilla, piloto de aviación y deportista. El crítico literario y taurino, Andrés Amorós, lo describe como “un personaje absolutamente atractivo y fascinante”.

Nació en Sevilla en 1891, cerca de la Alameda, en la actual calle Jesús del Gran Poder. Hijo de médico y miembro de una familia acomodada, creció entre 18 hermanos. Su sobrino-nieto, Ignacio Sánchez-Mejías Herrero, cuenta que en su niñez ya era una "persona inquieta" y presentaba un carácter rebelde porque él se escapaba del colegio, lo encerraban en su casa y buscaba la manera para volver a irse.

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Desde pequeño, jugaba a ser torero en la Alameda de Hércules, donde conoció a Joselito el Gallo y a su hermana, con quien acabaría casándose. Pero Sevilla se le quedaba pequeña. Su padre quería que estudiara Medicina, pero Ignacio soñaba con otras experiencias. Su nieta Paloma Recasens recuerda que "tenía un afán de aventura enorme" porque siendo muy joven se escapó de casa porque su padre no le dejaba ser torero. "Lo que quería era aprender, salir y conocer".

El salto a América

A los 17 años se embarcó como polizón rumbo a América junto a su amigo Enrique Ortega, El Cuco, primo de los Gallos. Ambos pretendían llegar a México, pero acabaron en Nueva York. Descubiertos durante la travesía, fueron obligados a trabajar a bordo y, al llegar, los detuvieron. "Gracias a mi abuelo Aurelio, que pasaba mucho tiempo en México llevando toros españoles, pudieron salir libres", cuenta Sánchez-Mejías Herrero. "Ahí comenzó su verdadera vida taurina".

En México, debutó en la plaza de Morelia, primero como banderillero y luego como novillero. De regreso a España, compartió cuadrilla con los grandes: Belmonte, Rafael El Gallo y, sobre todo, con su cuñado Joselito. Fue en 1919 que se presentó como matador. Amorós señala que Ignacio era "el heredero de Joselito", pero que él le añadió una valentía y una arrogancia profesional porque el siempre quería ser el número uno en el ruedo. Se peleaba con todo el mundo, se peleaba con el toro, se peleaba con sus compañeros, se peleaba con el público. El crítico literario define que ese era "su temperamento".

Pese a sus broncas, Ignacio era respetado y muy querido. Pero su inconformismo le llevó a escribir lo que hacía. Fue cronista social, literario y taurino. Amorós apunta que durante un tiempo se enfadó con los periodistas de Sevilla y "decidió escribir sus propias crónicas". Por la tarde toreaba y por la noche redactaba la crónica de su corrida. Sin embargo, lo que más destacó fue que él era más exigente consigo mismo que cualquier cronista. Pero no le bastaba tampoco con eso. Por lo tanto, se decidió a escribir también literatura. En esos años dejó inédita una novela titulada La amargura del triunfo, descubierta, décadas después, entre los papeles de los familiares y rehecha por el crítico literario Amorós que recuerda que en 1925 toreó en Valladolid y esa misma noche, vestido de esmoquin, leyó una novela ante el público.

Entre bambalinas

Donde brilló especialmente fue en el teatro. Estrenó obras como Sin Razón, que fue reconocida como la primera obra española con la influencia de Freud que fue estrenada en Madrid y la interpretaron Fernando Díaz de Mendoza y María Guerrero. Pocos meses después, en el Teatro Pereda, estrenó Zayas y contó con la asistencia de los Reyes. Sin embargo, la tercera obra Ni más ni menos no llegó a publicarse pero sí la ensayó con su familia en casa.

Mientras escribía, nunca abandonó los ruedos del todo. Se retiró en 1922, volvió en 1924, lo dejó en 1927 y regresó otra vez en 1934. Entre medias, fue presidente del Real Betis Balompié, de la Cruz Roja de Sevilla, empresario teatral, piloto de aviación y deportista. "Promovió el primer aeropuerto de Sevilla, que era de zepelines. Hay fotos suyas practicando polo, boxeo, o deportes de invierno" añade su sobrino-nieto. "Fue el primero en llegar a una corrida pilotando su propia avioneta".

Presidente del Real Betis Balompié

El investigador de la historia del Real Betis Balompié, Alfonso del Castillo, recuerda cómo, en mayo de 1928, dos directivos béticos, Juan Alfonseca y Adolfo Cuellas, visitaron la hacienda de Ignacio, la hacienda de Pino Montano, para ofrecerle la presidencia del club. "Aceptó sin pensarlo", explica. "Era incapaz de decir que no". Además, su nieta Paloma apunta que "en el Betis se dejó mucho dinero, incluso pagaba los sueldos de los futbolistas".

Como padre fue tan apasionado como en todo lo demás. Su nieta Paloma recuerda que un año, los reyes magos le trajeron a su madre un caballo y se lo subieron a su habitación. "Ese era mi abuelo, no sólo hacía lo normal, sino que hacía lo extraordinario" señala. Su vida sentimental también dio que hablar porque Ignacio mantuvo una relación con la bailaora la Argentinita. "Mi abuela tenía mucha personalidad" cuenta Recasens. "Le cerró la puerta con dos candados y le dijo que se buscase lo quisiese, pero que allí no entraba más. Aún así, siempre lo quiso y guardaba una foto de Ignacio en la mesilla de noche".

El pegamento de la Generación del 27

En Madrid, junto a la Argentinita, se acercó al flamenco y a la poesía. De esa etapa, nació su amistad con los poetas de la Edad de Plata. En 1927, Ignacio Sánchez Mejías, fue el impulsor del homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla, considerado el acto fundacional de la Generación del 27. Fue él quien gestionó el espacio, costeó el viaje y la celebración. Ignacio fue "el alma" de todo aquello porque hizo todo lo posible para reunirlos: les pagó el tren, organizó la fiesta apunta el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero. En su casa de Pino Montano continuó la celebración. Según Amorós, "allí pasó de todo. Dámaso Alonso recitó las Soledades de Góngora en plena juerga, Bergamín se disfrazó de moro y Fernando Villalón, poeta y ganadero, hizo experimentos de quiromancia. Ignacio era el pegamento que los mantenía unidos". Paloma Recasens confiesa que no solo eran grandísimos poetas, sino que también era gente muy divertida.

Sus mejores amigos fueron Lorca y Alberti. A este último, Ignacio lo encerró en un hotel para que escribiera un poema en homenaje a su cuñado Joselito el Gallo. Y Gloria Patón, directora del Archivo Museo de Ignacio sánchez Mejías, afirma que Rafael Alberti escribió ese poema que se titula "Joselito en su gloria". Además, Ignacio siempre estuvo para ellos. Y lo demostró cuando Alberti necesitó dinero y se lo llevó de banderillero en su cuadrilla. Lo contó el propio Alberti en el programa, A pleno Sur, de Canal Sur Televisión, "yo era muy gran amigo de Ignacio Sánchez Mejías, él me decía, tú como poeta te vas a morir de hambre, los poetas no ganan nada. Yo te voy a nombrar banderillero de mi cuadrilla, aunque de pronto no pongas banderillas. Tuvo un contrato en una corrida en Pontevedra, Galicia e Ignacio me dio un traje naranja y negro, el que se había hecho de luto para la muerte de su cuñado Joselito".

Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías

El 11 de agosto de 1934, en la plaza de toros de Manzanares, murió Ignacio Sánchez Mejías a los 43 años. Un toro llamado Granaíno lo corneó de forma mortal. Amorós recuerda que lo que más impactó a todo el mundo es la lucidez con la que muere. "Está Ignacio en los cuernos del toro y en ese momento se le ve con los ojos abiertos. Y, además, con una herida mortal entra Alfredito Corrochano a hacerle el quite y desde los cuernos le dice Ignacio, 'no, por ahí no , Alfredito, que por ahí no me suelta, entra por el otro lado'. Esa serenidad es la que reflejó Lorca en su poema".

Tras su muerte, Federico García Lorca, le dedicó el poema Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, uno de los poemas más conocidos de la literatura española, junto a las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. "Lorca no habla nada de Ignacio como torero ni de cómo toreaba, habla de él como ser humano y eso lo hace mucho más universal" explica Amorós. El eco de aquella muerte se extendió mucho más allá del ruedo. Como recuerda Gloria Patón, Lorca no fue el único, Rafael Alberti también escribió Verte y No Verte, Miguel Hernández y muchos otros. "Lo lloraron los poetas, los flamencos, los aficionados del Betis, los benefactores de la Cruz Roja, la aviación, la prensa, el teatro, el cine , la moda, la publicidad y, por supuesto, su familia".

Hoy, ese legado sigue vivo en Manzanares, donde se encuentra el Archivo Museo de Ignacio Sánchez Mejías. En sus salas se pueden ver artículos de prensa, cartas, fotografías, grabaciones, portadas de libros, proyecciones y todo tipo de objetos personales que recorren su vida y mantienen viva su memoria. Nada más entrar en al patio, del lucernario cuelgan 30 relojes detenidos. "Son las 30 veces que Federico García Lorca menciona las 5 de la tarde en la primera parte del poema de la elegía", explica Gloria Patón.

Fue amigo, mecenas, artista y mito. Con su muerte, se apagó una de las luces más brillantes de la Edad de Plata. española.

 

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