El silencio de las armas

Madrid

Qué claramente habla el silencio de las armas. Qué bien suena. Qué bien se escucha tras dos años de ruido estrepitoso, día por día, mañana, tarde y noche. Qué alivio para tantos que no dormían martilleados por el estrépito de las bombas, y por la sospecha de que se acercaban. Qué respiro no estar muerto. Y reencontrar a los tuyos después de tanto secuestro.

Viva siempre el alto el fuego. Porque es condición indispensable para la paz, su primer paso. No hay paz sin que callen las armas. Pero existe siempre el riesgo de que ese paso se trunque.

El alto el fuego en tierra palestina está perfeccionándose, hoy ha dado un salto inconmensurable. Retranqueo militar de Israel. Cese de disparos. Entrega mutua de rehenes y prisioneros. Sin que esta fase haya culminado (faltaban aún esta tarde los cadáveres de 28 rehenes), ha empezado ya la del diseño de la paz. La conferencia de 30 naciones en Egipto puede contribuir mucho, poniendo balizas y colchones a los traqueteos del proceso.

La ausencia de hostilidades es mucho, pero es solo un logro indispensable. Es frágil, porque cualquier incidente puede revertirla, y hay gentes dispuestas a ello. Al mismo tiempo es sólida: el silencio de las armas, a fuerza de repetirse, suele convertirse en impulso contagioso.

La paz debe ser justa para todos, es la palanca para que dure. Todos deben obtener garantías de que no serán acechados; y de que podrán autogobernarse en libertad. El perdón de los crímenes no lo pueden dictar terceros, ni que sean presidentes de grandes potencias, son los victimizados quienes deben tener la primera palabra. Hay mucho que hacer y mucho que superar. Tanta catástrofe no se arregla en 24 horas.