La inteligencia de las ratas para identificar el veneno: "Se comunican entre ellas"

En los sótanos de Madrid, entre registros de agua y cámaras de aire, se libra una guerra silenciosa. No es una batalla de exterminio, sino una estrategia de contención. Las ratas, esos mamíferos que nos repelen y fascinan a partes iguales, han demostrado una capacidad de adaptación que pone en jaque a los expertos en control de plagas. "Tenemos que buscar alternativas", advierte Sergio, técnico de sanidad ambiental, en el programa A vivir que son dos días de la SER.

Durante una intervención en el barrio de Hortaleza, los exterminadores explican cómo las ratas han aprendido a esquivar el cebo. No por experiencia propia, sino por observación colectiva. "Si una rata ve morir a otra tras comer algo, lo marcan para que ninguna más lo toque", explican. Se comunican entre ellas mediante chillidos, feromonas o señales químicas. Viven en colonias jerarquizadas, con un macho dominante que suele ser el primero en caer en las campañas de desratización. Pero incluso eso está cambiando.

Los rodenticidas actuales, como la bromadiolona, requieren varias ingestas para ser letales. El objetivo es evitar que las ratas asocien el veneno con la muerte. Aun así, los estudios muestran que muchas ya han desarrollado tolerancia. "Es una carrera armamentística”, reconocen desde Anepla, la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental. Y como en toda guerra, hay bajas, pero también evolución.

Las ratas no solo trepan por canalones y cableado como acróbatas urbanas. También bucean. En casos extremos, pueden atravesar el sifón de un váter y aparecer en el baño de una vivienda. Lo saben bien quienes han vivido esa experiencia. "Si cabe tu dedo meñique, cabe una rata", advierte el técnico.

Pero más allá del miedo, hay una reflexión. Las ratas no son solo plaga: son espejo. Comparten con nosotros jerarquías, vínculos familiares, capacidad de aprendizaje. Se adaptan, sobreviven, se comunican. Y como nosotros, buscan calor, comida y refugio. "Hay que llegar a un pacto, propone uno de los colaboradores del programa. Porque exterminarlas es imposible. Y porque, en cierto modo, nos parecemos más de lo que quisiéramos admitir.