Netanyahu pone obstáculos

Madrid

Es incordiante. Pero estaba previsto. El Gobierno de Netanyahu ha empezado desde el primer momento a obstaculizar el funcionamiento del alto el fuego. Aprovecha que Hamás no puede entregar de golpe los 28 cadáveres de los rehenes muertos (y ya advirtió con antelación la dificultad de localizarlos), para ponerse de perfil. Ha matado a seis palestinos en las inmediaciones de la “línea amarilla” del repliegue militar israelí. Ha aplazado la apertura del paso fronterizo con Egipto, en Rafah, hasta mañana. Y ha reducido el flujo de la ayuda humanitaria a los gazatíes.

En el fondo, todo criminal se mueve en la sangre como en su salsa. Y él no es una excepción. Le incomoda la paz. Porque en la guerra le es más fácil mantener el poder, y renovarlo: a la gente, y menos si es tan nacionalista, no le suele gustar en estas circunstancias ponerse de frente contra su Gobierno.

Netanyahu está incómodo. Por más que cante aparente victoria, casi todo el mundo sabe que ha fracasado en su guerra particular. En todos sus objetivos. Primero: no ha sido su ejército el que ha liberado a los rehenes supervivientes (solo rescató a 8, de 250), sino el alto el fuego. Segundo, no ha destruido a Hamás, sino que este grupo ha participado en la negociación del armisticio. Tercero, no se ha impuesto a sus vecinos árabes –solo a Irán y a las milicias del Yemen--, sino que ha frustrado hasta ahora que los jeques del Golfo reconociesen al Estado israelí, como se había fraguado en los acuerdos de Abraham. Normal, si recordamos que bombardeó al decisivo emirato de Qatar para matar a un dirigente enemigo.

Hay que repetir lo de ayer: viva el alto el fuego. Y añadamos: apártese a quien lo rompe.