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Jethro Tull y el chiste convertido en obra maestra

Esta semana recordamos el disco más extraño de la banda inglesa con motivo de su visita a España

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Madrid

Los años setenta fueron la década del desparrame musical, una época en la que ninguna idea se consideraba demasiado loca y todo parecía posible. En aquellos años se traspasaron barreras y se difuminaron los límites. Ahora, una portada podía mostrar una vaca pastando, un cerdo de plástico surcando los cielos de Londres o un periódico de pueblo creado para la ocasión.

En ese afán por llevar las cosas al límite, buscando la ironía y con la intención de romper las etiquetas del periodismo musical, Jethro Tull se llevó la palma. Convirtieron un chiste en una obra maestra: Thick as a Brick, como explicaba su creador. “Las letras se suponía que estaban escritas por un niño precoz de ocho años que aprendía a ser niño en un mundo de adultos, enfrentándose a los estereotipos que debemos afrontar y que pueden resultar muy confusos tanto para un niño como para muchos adultos. Esa era la idea y el concepto del disco: una parodia de los álbumes conceptuales de la época, envuelta en un periódico de 16 páginas que también parodiaba los diarios provinciales del Reino Unido. Tenía la esperanza de que la gente lo entendiera, pero creo que tuvimos que conformarnos con que lo captara el 50%”.

Tras asaltar la banca con Aqualung, Jethro Tull sintió que su trabajo no había sido del todo comprendido. A pesar del enorme éxito, hubo aspectos que no gustaron a los ingleses, lo que llevó a la banda a seguir el juego y hacer una broma. Se propusieron crear un disco conceptual compuesto por una sola canción, escrita por un niño pequeño y rodeada de un periódico de varias páginas repleto de noticias absurdas, anuncios imposibles y crucigramas. El chiste también se trasladó al título: “Grueso como un ladrillo”. Contra todo pronóstico, el resultado fue maravilloso y se convirtió en uno de los grandes discos de ese excelso 1972 musical.

Esta semana recordamos el gran chiste de Jethro Tull de la mano de Fernando Neira y Lucía Taboada.

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