Los olvidados: La inolvidable película de Luis Buñuel
Javier Espada dirige Memoria de Los olvidados, un documental que disecciona la obra maestra del director aragonés


A mediados de los años 40 del pasado siglo, Luis Buñuel llegó a México para rodar Gran Casino, un film protagonizado por el cantante Jorge Negrete y por la argentina Libertad Lamarque. Había sido despedido de su trabajo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York debido a las acusaciones que Salvador Dalí había vertido sobre él en un libro, tachándole de ateo y de izquierdista. El cineasta aragonés tampoco había encontrado acomodo en Hollywood; volver a España era imposible porque el general Franco acababa de ganar la guerra y México, que tenía una industria de cine más que consolidada, parecía la única salida posible. Sin embargo, Gran Casino fue un rotundo fracaso comercial. En cambio, su segundo film, El gran Calavera, funcionó mucho mejor en las taquillas. “Gracias a ella pude seguir haciendo cine en México”, escribió el propio Buñuel. Y así fue. Su tercera película mexicana iba a revolucionar el cine de ese país y convertirse en una de las mejores de toda su filmografía: Los olvidados.
“Los olvidados no sale de la nada. Es una película que viene de atrás, de todo lo que es Buñuel”, afirma Javier Espada, autor del documental Memoria de Los olvidados, que se presentó en la sección Venecia Classics en la pasada edición de la Mostra. “Buñuel también es literatura, es pintura, es Goya. El perro andaluz, La Edad de Oro están muy presentes y por supuesto Las Hurdes, tierra sin pan, porque Los olvidados es casi una continuación de Las Hurdes”, añade el realizador.
La vinculación de Javier Espada con el cine de Buñuel no es casual. “Yo nací en Calanda, el mismo pequeño pueblo turolense de unos cuatro mil habitantes, donde nació Luis Buñuel y ahí creé en el año 2000 el Centro Buñuel de Calanda”, nos cuenta Espada. “La primera exposición temporal estaba centrada en Los olvidados. En La Filmoteca Española, dentro de una caja de cartón de zapatos, encontré una colección con unas novecientas fotografías. En algunas reconocí a Juan Luis Buñuel, el hijo del director. Cuando se las enseñé me dijo: ‘Son las fotos que hacía mi padre con la Leica’. Y no solamente eso, también encontré recortes de prensa de la época. Y me dije: aquí hay un documental. Y ahora era el momento de hacerlo porque había mucho interés por parte de México y yo quería que fuera una coproducción con México”, explica Javier Espada.
Los olvidados es un descarnado retrato de la vida infantil en los barrios marginados de ciudad de México. “En México sentó muy mal”, se cuenta en el documental. “Nadie quería mostrar la miseria, la pobreza y la delincuencia. Esos eran elementos que no entraban en el cine mexicano de entonces”, nos explica Javier Espada. “Buñuel le da una vuelta de tuerca y va mucho más allá del neorrealismo italiano para, por primera vez, contar una película que denuncia una injusticia”, añade. Pero el público no estaba preparado para asimilar una película así y el estreno fue un fracaso. Luego el largometraje fue al Festival de Cannes en 1951 en donde ganó el premio al mejor director y todo cambió. Además, tuvo el apoyo, como se cuenta en el documental, de un, por entonces, joven periodista y escritor mexicano: Octavio Paz.

Alejandro González Iñárritu y Javier Espada en el rodaje del documental Memora de Los olvidados / JAVIER ESPADA

Alejandro González Iñárritu y Javier Espada en el rodaje del documental Memora de Los olvidados / JAVIER ESPADA
Según Javier Espada Los olvidados es una lección de cine, “Sobre todo para los jóvenes cineastas”, asegura. “Buñuel les invita a jugársela, a atreverse a contar la historia que uno lleva dentro, enfrentándose a quien sea. Los Olvidados es una película profundamente ética en la que cuenta lo que siente, cuenta lo que ve un exiliado, como era Buñuel, cuando no tiene dinero y recorre los arrabales que están en torno a cualquier gran ciudad. Esos cinturones de pobreza y de miseria. Yo creo que es esa dignidad que hay en Los olvidados y que hay en Buñuel, es lo que hace que la película siga estando viva”, afirma el director de Memoria de Los olvidados.
Los olvidados ha sido declarada, junto a Metrópolis de Fritz Lang, toda la obra cinematográfica de los hermanos Lumière y El mago de Oz de Victor Fleming, Memoria del mundo por la UNESCO y es un flim que ha influido decisivamente en otros directores como Alejandro González Iñárritu, Michel Franco o Fernando León de Aranoa, que intervienen en el documental. “Yo creo que Buñuel es un director de directores”, afirma Javier Espada. “Cualquiera que estudie cine no puede evitar a Buñuel”, añade. "También fue muy importante para los escritores del boom latinoamericano, como Octavio Paz o Gabriel García Márquez. Todos descubren que se pueden contar historias cercanas, próximas. Historias que no son aparentemente grandes y que, sin embargo, son conmovedoras y tienen ese punto de verdad y de ética. Y, de hecho, como se cuenta en el documental, todos querían escribir una obra para que Buñuel la llevara a la pantalla”, recuerda el director.

Cartel del documental Memoria de Los olvidados

Cartel del documental Memoria de Los olvidados
Para Javier Espada Luis Buñuel es un tema inagotable. “Buñuel está en sus películas. Es don Jaime en Viridiana y don Lope en Tristana. Buñuel es también el personaje de Fernando Rey en Ese oscuro objeto del deseo. Incluso, si me apuras, es el asesino que no asesina en Archibaldo de la Cruz”. Es un cineasta plenamente actual y nada trasnochado. Estaba muy preocupado por el terrorismo, muy preocupado por derechos humanos, por la ecología, por cosas que, en aquel momento, en los años ochenta, no eran tan importantes o no tenían el lugar que tienen ahora en nuestra sociedad. Ahora estaría horrorizado con el genocidio que está perpetrando Israel, por ejemplo. Él era muy sensible, por ejemplo, a lo que pasaba con los niños. Y, finalmente, Buñuel seguiría siendo un personaje incómodo, un personaje que no se puede encasillar, no le puedes poner una etiqueta. Él fue un intelectual de su tiempo, fue alguien que se manifestó en contra de la bomba atómica, que cada vez que volaba a Estados Unidos lo metían en el cuarto de los aeropuertos para interrogarle. No era alguien que fuera simpático de entrada, sino que tenía sus ideas y era fiel a ellas”, concluye Javier Espada.




