Estupor, estupidez, estupefacción

Madrid

El juez dice que siente “estupor” porque el ex Ábalos, encausado ante el Supremo, conserva aún la condición de diputado. El estupor viene del verbo latino “stupeo”, quedarse asombrado, atónito. Es un sentimiento muy normal quizá para cualquiera, pero que un juez imparcial no debe formular en una resolución, porque supone criticar el reglamento del Congreso, y eso implica erosionar la independencia de otro poder del Estado, el legislativo.

Es, en igual sentido, una “estupidez” (palabra que también deriva del “stupeo” latino), y que también denota una torpeza que asombra a los partidarios del Estado de derecho, y por tanto de la separación de poderes: de su no injerencia mutua, requisito indispensable de la democracia. También es otra “estupidez” que el estupor del juez lo comparta un dirigente político actualmente líder de la oposición: si el hecho era tan asombroso, ¿Por qué no ha hecho nada al respecto durante meses, desde que al ex Ábalos se le ha empezado a enjuiciar? ¿Por qué no ha propuesto, él sí, modificar el reglamento del Congreso?

Todo esto tiene efectos “estupefacientes” (adjetivo con origen en el mismo verbo latino “stupeo”), para muchos ciudadanos, en el sentido de que el asombro produce a veces una reacción de parálisis por aburrimiento, como las drogas que adormecen la mente. Es el descenso al estadio del “estupefacto”, que tanto acecha al personal.

Sería estupendo que pudiéramos calificar refriegas de tan baja calidad con otra palabra española, asimismo derivada del famoso verbo “stupeo”, que denota admiración, y designa lo elogiable. A saber, precisamente “estupendo”. Pero también hay otra peor, que comparte la misma raíz: “estupro”, concepto referido a los atentados contra el honor o a conductas de violación sexual.

La etimología, o sea, el origen de las palabras, sirve a veces para despertarnos.