La luz de los portales

Barcelona

Antiguamente, cuando se hacía de noche, no había luz. Los tomates sabían a tomate y la oscuridad sabía a título de Buero Vallejo. El alumbrado de los barrios fue otra conquista de los ayuntamientos democráticos. No hay que tener muchas luces para darse cuenta. Cuando se hacía de noche, no porque fuese tarde, sino porque era invierno, los niños jugaban a la luz de los portales. Las noches en el barrio no daban miedo, eso vendría después, y por razones sociológicas más bien que por razones de cine de terror. En las pelis americanas tipo Halloween, las noches les daban miedo a los propietarios de casas unifamiliares y con jardín. Para tener miedo hay que ahorrar. La tierra del suelo se hacía de noche como las nubes del cielo se hacían de noche. Jugábamos a saltar la mula y decíamos marcas de televisores, del tipo Philips, Thomson, Grundig y Telefunken. También decíamos marcas de coches. Hoy, jugamos iluminados por el móvil y decimos de memoria marcas de ansiolíticos. Perdón por generalizar. Tampoco es ese mi caso. A mí solo se me ocurriría decir Oraldine, que es para enjuagarse la boca. La gente, antes, hablaba normal. Tomaba palabras de la vida para referirse a las personas. Por ejemplo, enjuagar a alguien también significaba decirle cuatro cosas. Mi madre decía enjuagar y en el teatro de la tele decían reconvenir. La cultura era amplia. Hoy, solo decimos psicoterapeuta y hablamos de nuestro mood. Nuestro lenguaje emocional se expresa sin emoción al tiempo que muchos profesionales pierden su vocación. Los estudios dicen que los profesionales de la sanidad y de la enseñanza públicas son carne de ansiolítico. Trabajan en condiciones insoportables y a veces abandonan. Han renunciado a su vocación. Estamos construyendo una democracia sin vocación de democracia.